martes 19 de marzo de 2024

El trabajo y los jóvenes

Un análisis sobre las posibilidades e imposibilidades a las que se ve sometido cada chico que desea empezar a trabajar.

domingo 14 de enero de 2018
El trabajo y los jóvenes

“¿Te puedo dejar un currículum?” dijo el pibe de unos 18 años en voz apenas audible y pálido de la vergüenza, la cajera del comercio minorista de Bariloche movió la cabeza positivamente sin mirarlo, el pibe se lo acercó con la mano temblorosa, como ella seguía en lo suyo, optó por dejarlo sobre el mostrador y retirarse del lugar, pálido, primero caminando para atrás, luego, cuando se sintió fuera de peligro, dio la vuelta sobre sí mismo y se alejó a paso redoblado, unos segundos después, cuando la cajera vio el CV sobre el mostrador, lo tomó y lo arrojó a una caja en el piso, no sé si eran papeles para tirar o cientos de CVs.

Esta escena que transcurrió este sábado por la mañana, se debe haber repetido en otros comercios, está la temporada en marcha y es el momento para conseguir trabajo, hacerlo siempre es difícil, pero para un pibe de 17/18/19 años es un salto casi insalvable, se adivinaba el sufrimiento en la cara del pibe. Mi hijo de 18 me contó contento hace unas semanas, al volver de su rutina de repartir CVs por el centro, “me parece que en tal comercio tengo posibilidades”, le pregunté por qué, me respondió “porque la cajera me miró, me saludó, y me dijo que me quede tranquilo que se lo iba a hacer llegar al dueño”, esa sola cortesía le dio a él esperanza y varios días de energía para seguir buscando.

Hay muchas cosas que no andan en esta sociedad, pero sin duda una de las más obscenas es la hipocresía general con “el trabajo” como hecho social. Muchas personas reclaman eficiencia y sacrificio a los demás mientras tratan de zafar todo lo posible en sus trabajos, se habla formalmente a favor del trabajo pero en las redes sociales lo narramos más como un castigo, mostrando como éxitos las vacaciones, las comilonas, y algunos hasta las avivadas con las que se ventajea a los demás que hacen el esfuerzo.

La TV está saturada de popes de la economía como Espert, declamando que el 70% de la población vive sin trabajar del 30% restante, y cuando uno piensa que va a escuchar que los zánganos de esa situación son los especuladores, los que llevan su guita afuera, los funcionarios, o jueces, o legisladores, o empresarios, o popes economistas que cobran miles de pesos por hora esforzándose muy poco, y después llevan la  guita afuera, y después se autoblanquean,… no!, el argumento del genio de la economía es que hay que liquidar beneficios sociales, achicar el estado, dejar de pagar planes de alimentación, bajar las jubilaciones, despedir obreros, bajar los sueldos, cerrar fábricas; o sea estamos en tal punto del bochorno que los zánganos de la sociedad reclaman a viva voz que quieren más del pueblo, y por eso se les da micrófono y se los adula en cada escenario.

“Un obrero me ve, me llama artista, noblemente me suma a su estatura” dice el poeta cubano. El trabajo, además de un derecho, debería ser un honor, un logro por el que todos festejen, lo incentiven, el pibe de 18 años que entra tembloroso al comercio debería ser recibido con un aplauso, debería ser tratado con respeto, incentivado, está dando un paso de la mayor dignidad, vencer la vergüenza y la incertidumbre para tratar de sumarse al grupo de gente productiva de la sociedad, lejos de lo que debería ser, lo despreciamos, y le decimos entre todos en ese acto: Todo lo que te enseñamos sobre el valor del trabajo era chamuyo, te va a resultar casi imposible conseguir un laburo digno (en blanco con un sueldo justo), salvo que tus viejos tengan una amigo o conocido que de lo de.

Cuando Tomás Moro cuenta las bondades de la organización social de la isla de Utopía, relata que los Utopianos trabajan solo 6 horas por día y eso alcanza de sobra para producir todos los bienes necesarios, tanto así que reparten los excedentes con otros pueblos, cuando se le pregunta cómo puede ser esto si en otras sociedades se trabaja el doble y no alcanza, responde que en Utopía trabajan todos, los que trabajan en las otras sociedades, pero también los que no, el 70% del que habla Espert, pero que lejos de estar formado solamente por pobres, está formado principalmente por especuladores, rentistas, políticos, jueces, empresarios, algunos religiosos, sindicalistas ricos, y clase alta en general, que dejarían de vivir de los demás, y también todos los fuera del sistema que hoy tanto molestan en los programas de TV lobistas del neoliberalismo (o sea casi todos) , piqueteros, desocupados, presos, choriplaneros, ni-ni, pibes chorros, etc , que no tendrían ya que vivir en los márgenes del sistema sobreviviendo con poco.

El trabajo nos honra, no ser una persona productiva dentro de la comunidad (sin problemas personales que lo impidan) debería ser vergonzante, insoportablemente vergonzante, y no como ahora que los que logran vivir bien haciendo poco o nada, son los que se nos muestran como ideal, vacacionando en Punta del Este o Pinamar, blanqueando guita ilegal, y hasta narcotraficando en un yate con mujeres desnudas como en letras de canciones de moda, el mensaje está claro, “el que labura es un boludo”.

Además de permitirnos vivir dignamente, el trabajo nos ordena, nos equilibra, está en nuestro ADN social, nos realiza, vivir solo para trabajar es un gran error, pero vivir sin trabajar, seamos de la clase social que seamos, nos va  moralmente hasta que llegamos a la sociedad que hoy tenemos. Crear y sostener burocracias improductivas, interminables procesos administrativos que se llevan una parte mayor que la del que produce también es una forma de viciar el valor social del trabajo.

Si los pibes que empiezan su vida productiva lo viven como un castigo, un sin sentido, una penitencia social, si solamente lo consiguen unos pocos más preparados o los que tienen un capital social que se los facilite, si los pibes de los barrios populares prácticamente no tienen ninguna posibilidad de lograrlo porque no hay trabajo para todos, es doblemente negativo, porque en esos años se construye la autoestima que crea la capacidad para ser una persona productiva durante toda la vida.

El pibe no debería tener vergüenza, no debería ser maltratado, empezar la vida productiva debería ser una fiesta y no un sufrimiento. Lograr hacerlo debería ser una alegría y un derecho de todas las clases sociales, sin grupos desechados, ni grupos privilegiados como en la actualidad. La comunidad debería festejar y honrar a los más productivos y no a ventajeros, especuladores y cultores eternos de una sociedad para pocos en la que ellos siempre caen adentro.

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