miércoles 8 de mayo de 2024

Relatos de montaña

Cerro Volcánico: lugar de colores sorprendentes y paisajes soñados

Para llegar a la cumbre de este cerro, se pasa varias veces por un arroyo, una laguna y un hito fronterizo. La vista que ofrece, vale los kilómetros de recorrido.

sábado 21 de mayo de 2022
Cerro Volcánico: lugar de colores sorprendentes y paisajes soñados
El cerro Volcánico se encuentra en la zona sur del Parque Nacional Nahuel Huapi. Fotos: Marcelo Martínez.
El cerro Volcánico se encuentra en la zona sur del Parque Nacional Nahuel Huapi. Fotos: Marcelo Martínez.

Por Claudia Olate

IG: @OlateClau

Fotos: Marcelo Martínez

IG.: @Marxelo.Martínez

 

Era el primer día de otoño y la mañana se presentaba ideal. Salimos muy temprano de Bariloche, todavía de noche, porque llegar a Pampa Linda requiere un par de horitas. El camino nunca está bueno para autos bajos y además, 50 kilómetros de ripio no es poca cosa. Lo pensamos bastante, de hecho, porque el viaje hasta allá, saca un poco el entusiasmo, pero desde hacía tiempo teníamos ganas de conocer el cerro Volcánico.

Empezamos la caminata cuando despuntó el día. El sendero que mantienen cerrado desde la pandemia por falta de mantenimiento, comparte los primeros metros con el camino que lleva al Saltillo de las Nalcas y al Refugio Viejo, cerca de donde dejamos el auto en Pampa Linda.

Un cartel indica que se debe tomar el desvío a la derecha para continuar hacia el cerro Volcánico. Se trata de un recorrido de unos 12 kilómetros  con un desnivel de unos mil metros repartidos de una manera en la que no se sienten abruptamente.

La mayor parte del sendero transcurre en el bosque y hay que ir atentos porque hay tramos poco marcados. Dato clave para el verano y para ese día también, que, aunque era el estreno del otoño, todavía el sol daba calor. El primer tramo es un cañaveral que, dependiendo el estado del camino, puede estar más o menos cerrado.

Ascendimos al cerro Volcánico en un día inmejorable. Foto: Marcelo Martínez.

El día que fuimos no presentaba dificultades para pasar aunque sí había bastante caña en el suelo que puede ser un obstáculo a la hora de apurar el paso. Para demostrarlo, a los minutos de empezar me di uno de esos porrazos que quedan en el recuerdo y siempre te hacen reír. Claro, no me lastimé, aunque mis rodillas podrían opinar lo contrario.

Un detalle importante: se vadea un arroyo varias veces. Dependiendo la época en que se haga, obviamente tendrá más o menos agua, pero es recomendable llevar un calzado extra. En el primer cruce del arroyo Cauquenes, analizamos un buen rato por dónde pasar sin tener que sacarnos los zapatos. ¡Qué tarea que da fiaca la de calzarse y descalzarse!

Nuestra misión no tuvo éxito. Tuvimos que sacarnos el calzado y meter las patitas al agua. En el primer cruce, no había gran profundidad pero sí eran varios metros de una orilla a la otra. Piecitos secos y a seguir.

Caminamos una media hora más hasta que nos encontramos con el cruce de caminos. Por el lado derecho, se continúa al Refugio Viejo, por el otro, al cerro Volcánico. Hacia abajo del camino se puede escuchar otra vez el arroyo. Otra vez la tarea. Otra vez a mojarse los pies, secarlos, volver a calzarlos y seguir.

El recorrido es de unos 12 kilómetros desde Pampa Linda hasta la cumbre. Foto: Marcelo Martínez.

No caminamos mucho más hasta que llegamos a otro arroyo. Esta vez, logramos cruzarlo sin sacarnos los zapatos aunque con el miedo de meter la pata al agua y tener que seguir el recorrido con los pies chapoteando en los borcegos.

La subida se hace un poco más empinada en este tramo, aunque continuamos dentro del bosque, al reparo del sol. Todavía nos quedaba un vadeo más y luego, el próximo punto de referencia, sería la laguna Rosada.

Cuando llegamos a la laguna, no teníamos idea de cómo sería. Se trata de un espejo grande de agua, rodeado de bosque y con algunos sectores un poco más despejados donde dan ganas de parar a descansar y hacer un pic-nic, pero decidimos seguir para tener más tiempo en la cumbre.

Seguimos camino guiándonos un poco con algunos carteles y algún que otra marca que encontramos hasta que salimos del bosque a una zona de mallín, desde donde el Tronador se veía increíble. Caminamos buscando algo que nos indique por dónde volver a entrar al bosque, previo a salir a un pedrero desde donde recién se puede ver el cerro al que pretendíamos subir.

El Tronador se muestra imponente en el sendero a la cumbre. Foto: Marcelo Martínez.

Una trepadita linda nos despidió del reparo del bosque y salimos al sol, a las piedras y a la vista más abierta. El terreno cambia abruptamente y todo se vuelve piedra. Algunos tramos son con roca grande y luego, mucha piedra de todos los tamaños.

El cerro Volcánico se contempla hacia el sudoeste con un color increíble. Dependiendo la luz, varía de un rojo intenso a un violeta, aunque desde arriba, incluso los colores son más llamativos. Además, tiene una forma cónica que llama la atención.

A esta altura, divisamos a dos personas que iban delante nuestro y estaban en la cumbre. Todavía nos faltaba un rato de caminata y la gente se veía pequeñita. Creo que los distinguimos más por los colores de ropa ya que la distancia todavía era bastante.

La cumbre del cerro Volcánico está a unos 1900 msnm. Foto: Marcelo Martínez.

 

Mis piernas ya acusaban recibo de los kilómetros hechos. El día previo a esta salida había realizado otra caminata y en esos momentos es cuando pienso que no pensé bien. Pero, fueron pequeños segundos hasta que caí en la cuenta de que ya lo teníamos, ya estábamos ahí.

La última subida es empinada. El terreno es un poco incómodo para caminar. Una especie de tierra volcánica que le da sentido al nombre de este cerro, un poco blando, de esos que no te permiten avanzar con rapidez.

Pasamos por el hito fronterizo. Obviamente nos sacamos la clásica foto. Un pie en Argentina, otro en Chile. ¡Qué difícil pensar en fronteras en medio de la montaña, donde lo único que ves, son cumbres y más cumbres!

Se cruza un hito fronterizo para llegar a la cumbre. Foto: Marcelo Martínez.

Cuando las personas que estaban en la cumbre emprendieron su descenso, apuramos el paso. Ya que son lugares poco concurridos, la idea era no molestar a quienes, como nosotros, pensaron en que iban a estar sin nadie alrededor.

Caminando en zig-zag, para descansar un poco las piernas, frenando un poco y contemplando la vista, llegamos a la cumbre. El cerro Volcánico tiene una altura de unos 1900 metros sobre el nivel del mar, no es de los más altos, pero no deja de regalar postales verdaderamente increíbles.

La vista de la cumbre se enmarca con los colores del cerro. Foto: Marcelo Martínez.

Desde arriba, los colores se multiplican. Creo que son más intensos y variados incluso, que los cerros de Siete Colores o el Hornocal del norte argentino. ¿La vista? Panorámica. El cero Felipe Laguna, el Granítico, los volcanes Osorno y Puntiagudo, el majestuoso Tronador, además del lago Fonk, el Hess y una cantidad hermosa de espejitos de agua que dan vida al mallín que cruzamos para llegar.

Comimos, tomamos un cafecito y como no podía ser de otra manera, me dormí una siesta mientras miraba la cantidad increíble de cóndores que nos sobrevolaban, como queriendo chusmear quiénes eran los intrépidos que interrumpían su almuerzo. Ahora, recopilando momentos, nos dimos cuenta de que no sacamos muchas fotos. Quizás estábamos cansados o quizás simplemente, decidimos que las mejores imágenes queden grabadas en la memoria más que en las cámaras. (ANB)

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