miércoles 8 de mayo de 2024

Relatos de montaña

Un día en las nubes desde el cerro Ñireco

El viento, las nubes y la nieve marcaron el ascenso a este gigante que se ve imponente desde la ciudad.

domingo 01 de mayo de 2022
Un día en las nubes desde el cerro Ñireco
El cerro Ñireco tiene una altura de 2200 msnm. Fotos: Marcelo Martínez.
El cerro Ñireco tiene una altura de 2200 msnm. Fotos: Marcelo Martínez.

 Por Claudia Olate

IG: @Olateclau

Fotos: Marcelo Martínez

IG: @marxelo.martinez 

Era invierno y mientras íbamos en el auto, se veía la bruma que comienza a levantarse con el cambio de temperatura de esos días. Hacía frío, se sentía incluso sin salir al exterior. Pero ahí íbamos, para ver qué se veía desde la cumbre del Ñireco, que se ve desde lejos, grande, inmenso.

Dejamos el auto en la tranquera del camino que lleva al refugio Challhuaco. Este paso abre a las 9 de la mañana y queríamos emprender la caminata un poco antes. Subir cerros en días de semana implica, casi seguro, tener que volver temprano por trabajo, así que sabíamos que a media tarde debíamos estar nuevamente en casa.

A un lado, el cerro Ventana, al otro el Carbón y el Estratos. Y ahí en el medio, se levanta el Ñireco con un Volcancito antes, que también se ve desde lejos y no hay necesidad de preguntar el porqué del nombre con tan solo ver su forma.

Empezamos a subir por un lugar que no tiene sendero marcado, pero era parte de la aventura del día. Queríamos encararlo por otro lado así que a pocos metros del complejo estudiantil que hay allí, ingresamos al bosquecito. Nos esperaban un poco más de 6 kilómetros de subida con un desnivel de 1200 metros más o menos. Linda caminata.

Las nubes dieron un efecto especial a la caminata. Foto: Marcelo Martínez.

La primera parte fue quizás, la más cerrada. Peleamos un poco con el monte bajo que cambia el paisaje, como si fuera otro lugar, como si ahí a pocos kilómetros no hubiera bosques frondosos y altos.

La bruma que habíamos visto rato antes, se había convertido en nubes que iban moviéndose a la par nuestra prácticamente. El resultado: hermoso. Al ser un paisaje bastante abierto, ya se veían los barrios del sur barilochense, extenso. Allá lejos, el cerro Villegas, que resalta siempre por estos lares y nos ubica con Dina Huapi.

Pasamos un bosque de pinos, con algunas huellas de animales bien marcadas. El suelo removido nos hacía pensar que seguramente había pasado algún que otro jabalí por la zona. Esperamos que no pasara mientras estuviéramos ahí. Cruzamos a otro bosquecito y seguimos subiendo.

El ascenso es en subida prácticamente constante. Foto: Marcelo Martínez.

La primera parada fue en unas piedras que oficiaron de mirador. Desde aquí, ya nos sentíamos como caminando cerquita del cielo. Las nubes cada vez se acercaban más y eran cada vez más esponjosas, de esas que parecen de algodón, de dibujitos animados.

Ya se sentía un poco más de frío que abajo. Había algo de nieve en algunos sectores. El sol no había querido aparecer, así que el paisaje toma ese color entre gris y violáceo, muy típico de invierno. Decidimos bordear el Volcancito porque no sabíamos cuánto nos implicaría subir.

Caminamos por un bosque abierto. Ramas caídas, manchones de nieve, suelo húmedo. Salimos y ahí estaba la subida. Se veía empinada pero le metimos. Y sí, no era solo una apariencia. Era empinada de verdad.

A esta altura, el frío ya era un poco más intenso. Las nubes se movían cada vez más arriba y el viento parecía aumentar proporcionalmente con el desnivel del cerro.

Caminando siempre se siente calor, pero cuando el viento helado te cala los huesos, entrás en esa dicotomía de sacarte ropa o ponerte más. Así que ahí, en la indecisión del abrigo o el calor, iba yo tratando de seguirle el paso al compañero de caminatas.

El Volcancito es parada obligada en el recorrido. Nosotros la hicimos en el descenso. Foto: Marcelo Martínez.

Las paradas fueron varias, pero cortitas, como para tomar aire y recuperar fuerzas para seguir caminando. Y si bien las perspectivas siempre cambian con cada paso, el cerro Ñireco no engaña: es enorme e imponente desde abajo, desde el medio y desde arriba.

El bosquecito que pasó a ser monte bajo para convertirse en algunos yuyos y matas a medida que subíamos, ya no está. Ahora es todo piedra. Alguna que otra pirca marca un poco el camino, aunque vamos más por orientación que por marcas en el sendero. Hay que caminar hacia la cumbre que se ve casi como cayendo encima nuestro mientras caminamos.

Los inviernos en Bariloche tienen eso de no ser siempre iguales. Así como los hay nevadores, hay otros que solamente nos recuerdan la estación por el frío intenso. Era pleno julio pero la nieve era poca. Así que caminamos intentando esquivarla en lo posible, y así avanzamos.

Hacia atrás, el mar de nubes que nos regaló un paisaje mucho más increíble de lo esperado.  Hacia adelante, la cumbre que finalmente, alcanzamos después de unas tres horas y pico de caminata.

Desde antes de la cumbre incluso, ya hay vista panóramica de la ciudad. Foto: Marcelo Martínez.

El cerro Ñireco tiene una altura de 2200 metros. Es uno de los más altos de esta zona de la montaña, aunque el primer puesto le corresponde al cerro Blanco, que se ve desde la cumbre hacia el sur y que se puede alcanzar si se continúa la caminata por el filo durante un par de horas más.

En la cumbre el viento no era frío, era gélido, fuerte y constante. Quise hacer un video, pero el viento me desestabilizó y casi termino en el suelo. El colchón de nubes era total y se mezclaba un poco con el color de la nievecita que había.

La enorme pirca del cerro Ñireco se distingue desde lejos. Foto: Marcelo Martínez.

Seguimos caminando a la pirca gigante del Ñireco. Es gigante de verdad, cualquiera que haya  ido sabrá corroborarlo. Y además de llamar la atención, nos sirvió de reparo. Nos acomodamos un poco mirando hacia el sur, donde el montón de piedras nos protegía del viento. Nos pusimos todo el abrigo que habíamos llevado “por si acaso” y la verdad, es que si hubiese tenido más, hubiese sido bienvenido.

No debe haber cerro con vistas “feas”. Y aunque siempre el infinito cordón de filos que se extiende y se ve desde alguna cumbre, parezca igual, todos tienen algo distinto, algo que recordamos o que nos hace distinguirlo luego. Los colores, las formas, las alturas, los cursos o espejos de agua que se ven. Siempre hay algo que se destaca.

Desde la cumbre del Ñireco se ve mucho. Se ve Bariloche, aunque en esta oportunidad las nubes hicieron lo suyo. También se ve el lago y se ve el cordón que bordea la ruta 40 hacia Villa La Angostura. Se ve el cerro Ventana, se ve el Catedral, se ve todo.

Un filo enorme y una vista increíble son parte de la cumbre. Foto: Marcelo Martínez.

El frío nos apuró un poco. Un cafecito para entrar en calor y a bajar al trote parejo, no tanto por el horario sino más bien por el frío que se sentía. Aunque afortunadamente, a los pocos metros en bajada, el viento ya era menor.

Descendimos por el mismo lugar que habíamos subido, aunque hay otros caminos. Incluso, mientras bajábamos, distinguimos a tres personas que subían por el sendero que sale desde el barrio Pilar II, hacia nuestra izquierda. “La próxima vez, subimos por ese lado a ver qué tal es”, recuerdo que dijimos.

El cordón de montañas que se extiende parece no tener fin. Foto: Marcelo Martínez.

En la bajada, pasamos por el Volcancito que en realidad, una vez en la montaña, no presenta desnivel ni quita tiempo de caminata y es un lindo sector para hacer una pausa, unos mates y unas fotos y pensar lo lindo que es caminar por estos lugares.

Este gigante de 2200 metros entró en la lista de objetivos cumplidos y en la de futuros posibles. Seguramente a muchas personas les ocurre lo mismo. Es que en cada cumbre que se alcanza, se empieza a pensar en otras posibilidades, otros caminos, otros recorridos. En cómo unir tal o cual cerro, en cómo subir por este u otro lado. Y así seguimos, siempre mirando el mapa para ver dónde más podemos llegar para conocer, para caminar, para cansar las piernas y alegrar el corazón. (ANB)

 

 

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