viernes 26 de abril de 2024

Adolescencia, afecto, límites e identidad

El “nido lleno”. El rol de los adultos y la pérdida de autoridad.

domingo 05 de febrero de 2017
Adolescencia, afecto, límites e identidad

-Hola, habla el Dr. Marin

-Hola!!! Sí, soy Marin, pero no soy Dr

-Pero Ud es Psicólogo?

-Sí señora, soy Licenciado en Psicología, pero no Dr, para ser Dr hay que hacer un Doctorado y yo no lo tengo

-Ahhh, bueno y podrá atender a mi hijo

-Y, hay que ver que le sucede, además  niño/as no atiendo

-No, el no es niño jeje- Pero tiene problemas para levantarse a la mañana, siempre lo tengo que despertar yo y aun así a veces llega tarde al colegio. Yo le digo que se acueste temprano porque se queda mucho tiempo con la compu a la noche, y eso que le preparo la comida temprano.

-¿Y desde cuando le pasa esto?

-Y desde niño siempre fue un poco remolón, le costaba cumplir con las obligaciones, creí que se le iba a pasar, el tema es que ahora en el colegio le llamaron la atención y a mí me preocupa

-Y Ud. fue a hablar al colegio

-No, no fui, ¿a Ud. le parece que tendría que ir? Ya estoy un poco cansada de andar atrás de él, por eso quiero que vaya al psicólogo.

- Mire Sra., en la adolescencia los padres sufren mayor desgaste, el poner límites, el favorecer la autonomía, el confrontar, es todo un trabajo que es necesario y esencial. ¿Y el padre que dice?

-Si, claro, pero Dr ¿es así que tanto se ha alargado la adolescencia? El padre largó la toalla, no quiere saber más nada.

-¿Cuántos años tiene su hijo? Porque me dijo que iba al colegio a la mañana, no al nocturno.

-Sí, va al colegio, pero él es docente, tiene 26 años-

-Wop.

 Aunque esto pueda ser considerado un cuento, un chiste, una ficción, es algo que sucede en la realidad, y cambiando uno que otro detalle, me ha sucedido varias veces, e imagino que a muchos de mis colegas también y en todo el mundo occidental.

Este joven de 26 años, ¿es un adolescente? Sabemos que la adolescencia comienza con la pubertad a los 11-12 años, y está bien definido el inicio con los cambios físicos. Pero ¿cuándo termina la adolescencia? Es algo que sigue estando en discusión. En la actualidad encontramos parejitas que ya tienen un hijo, trabajan, se fueron de la casa de los padres y tienen 16-17 años. Y otras personas no trabajan, no estudian, y viven con sus padres y de sus padres, buscando todavía su vocación y tienen entre 25 y 30 años. ¿Cuáles son adolescentes y cuáles no?

Teóricamente  se decía que lo que marcaba el fin de la adolescencia era la “emancipación”, ligada a la independencia económica, autonomía personal y formación de un hogar. Pero esto hoy en día no es muy claro. Y con más razón cuando la incorporación de los jóvenes al mundo laboral cada vez se hace más tarde o es una situación muy inestable. Y aunque se dé este requisito de jóvenes independientes económicamente, igual siguen viviendo con sus padres por elección, por comodidad, sin pensar un futuro en pareja, familia o algún otro sueño, proyecto, ideal, ya no son tan rebeldes como décadas atrás que se luchaba por ideales y se oponían a los padres y al sistema. En psicología ya se habla del síndrome del “nido lleno”, en donde los hijos no se van de la casa, en contraposición al “nido vacío”, cuando la pareja de padres quedan nuevamente solos porque los hijos se van a estudiar o a buscar su destino.

Zygmunt Bauman es un escritor y sociólogo que utiliza el concepto «modernidad líquida» para definir el estado fluido y volátil de la sociedad occidental, en donde los valores no son tan sólidos, y la vertiginosa rapidez de los cambios nos hunde en la incertidumbre y dice que esto ha debilitado los vínculos humanos. Quizás por esto, los educadores, los adultos, los padres, no tengan la suficiente claridad para acompañar, y ayudar a los adolescentes a desarrollarse saludablemente en su camino a la joven adultez.

Ya sea porque los adultos están en crisis, o le tienen miedo a los hijos, o estén buscando la receta para actuar, o están muy ocupados con la compu, el trabajo o tratando de no envejecer, la cuestión es que abandonan su lugar de adultos, renuncian a su autoridad, piensan que porque los hijos/as saben mucho de todo, ya que están conectados a internet, ya no precisan la protección, la guía, la contención, el límite, el “no” claro y firme; y principalmente el “sí” del afecto expresado. Los adolescentes requieren de la confrontación, de la discusión, no con gritos (claro), para dialogar hay que sentarse. Un adulto no es un sabio, pero no lo necesita ser para conversar con su hijo/a sobre algunas cuestiones básicas de la vida que tienen que ver con la experiencia de lo vivido: ser adulto es sostenerse por sí mismo, tomar las propias decisiones y ser responsable de las consecuencias, hacia esa puerta te llevaré hijo, hija; en la vida algo hay que hacer y mejor si es de tu agrado, estudiar o trabajar, que es lo mismo, pero  no hay tercera opción (el ni ni no va); la familia es como una cooperativa, todos colaboran, todos tienen una tarea; las reglas de la casa las ponen los adultos te guste o no; podemos jugar, compartir gustos, salidas, pero un papá, una mamá, no son amigos de sus hijos/as, hay jerarquías y se respetan; la confianza es esencial, hay que animarse a hablar de lo que nos da miedo o más duele.

Los adolescentes sanos tienden a transgredir, desobedecer, manipular, querer salirse con la suya, probar cosas nuevas y muchas a la vez, crear culpa o conflicto en los padres. Y justamente el rol de adulto es salirle al paso. Y si esto no sucede, el adolescente no tiene contra quien probar su fuerza, averiguar dónde están los límites, hasta dónde se puede ir. Si nos corremos del lugar de adultos ¿quién lo va a contener ante tanto descontrol hormonal y conductual? Mira: -No importa lo que hagan otros padres, otras familias, alcohol no vas a tomar, marihuana no es un dulce, es una droga prohibida o cuanto mucho un medicamento en investigación. Para divertirte lo único que necesitas son tus emociones, tus ganas, la música y el baile, solo o acompañado, como prefieras. Y quiero saber con quién vas a salir, no te mandas solo. De adulto, podrás elegir otra cosa, por ahora no. Te amo.

Claro que hay cosas negociables, volver del boliche a las 3 o a las 4 de la madrugada es algo charlable según la edad, pero no se puede ceder en cuestiones fundamentales. Hay jóvenes, padres y profesionales que naturalizan el alcohol y las drogas, y así ya tenemos demasiados adictos, muchos más de lo que se piensa en general, es una clara epidemia, a  la cual no se le está dando respuesta desde ningún sector. El temor a ser un represor, un autoritario, nos ha hecho perder autoridad, y si ella, no hay contención que es afecto, y todo vale. 

Como decía hay padres que están en otra cosa, se relajan demasiado y se corren de su lugar de adultos, pero también están aquellos que en vez de acompañarlos en su camino a la adultez, se le suben arriba al adolescente. Son los que no quieren que su hijo/a sufra, los que sobreprotegen y le hacen la vida fácil, los que los controlan en vez de estar atentos, los que piensan que los hijos le dan sentido a su vida y no los sueltan, las super-madres que no dan espacio al padre para que empuje al hijo a la vida; los papás que les compra un celular más caro que el que él tiene y que espera que encuentre su vocación después de la cuarta carrera universitaria que prueba. Esto pareciera amor, pero en el fondo es miedo. La vida es riesgo, y no hay forma de escapar a los peligros de la vida, y lo único que podemos hacer por nuestros hijos/as es darles herramientas, confiar en ellos, y alentarlos a que salgan a la vida, a que se equivoquen y aprendan que hay límites, y que a veces se puede y a veces no, saber tolerar las frustraciones es tan esencial como tener sueños. Un joven a los 23 años ya debe estar encaminado en un estudio o un  trabajo, es riesgoso que siga todavía dando vueltas sobre qué hacer como es esperable en alguien de 18 años. Es mejor que trabaje de lo que sea y siga investigando sobre su vocación mientras se gana la vida. Las actividades, aunque no nos gusten mucho, nos estructuran, en cambio el no ocuparse de nada, crea una comodidad irreal que potencia el facilismo social y apostar a la suerte  o que las cosas se den mágicamente, sin actitud y sin llegar (como objetivo) a desplegar sus potencialidad y así disfrutar la vida, porque disfrutar significa: dar frutos.         

Enseñemos a nuestros hijos/as a disfrutar, a que den frutos, a que desplieguen todo su Ser (que no se guarden nada), y que dejen de estar pendiente de nosotros (estamos atrás para sostener) y miren al futuro, construyan su mundo y hagan de la vida una fiesta, una aventura.

Ellos nos necesitan, aunque digan que no, o parezcan maduros, estemos a mano, sin ponernos obsesivos, sin darles más de lo que precisan, así puede surgir su deseo de vida. Dialoguemos metafísicamente con ellos y brindemos  amor y límites, es una buena alquimia, una base sólida para saltar a la vida.

 En la época de su iniciación a los jóvenes aborígenes de Norteamérica, el anciano de la tribu les decía:

“Cuando avances por la vida verás un gran abismo. Salta. No es tan ancho como crees”. 

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