miércoles 24 de abril de 2024

El propósito de la vida: Habitar la incertidumbre

El psicólogo y columnista Gustavo Marín, nos deja una serie de reflexiones para compartir.

domingo 03 de junio de 2018
El propósito de la vida: Habitar la incertidumbre

Hace poco leí una frase de la escritora Byron Katie que me impacto: “El Propósito de la vida es lo que estás viviendo.”

Si así es, esto nos quita un gran peso, el tener que ir desesperadamente detrás de algún “gran objetivo o logro”, que a veces ni siquiera sabemos cual. Convengamos que nuestra sociedad consumista/capitalista nos bombardea de continuo con la idea de la “ilusión de felicidad”, que ésta llegará cuando obtengamos ese propósito que deseamos, pero la cuestión es que el deseo consumista nunca se sacia, siempre hay algo más y más, la felicidad nunca llega, o solo es un flash que sube tan rápido como baja.

Para esta cultura el Propósito de la vida siempre está en el futuro, y se basa en una “carencia”, en un vacío que hay que llenar.

Ahora, si el Propósito es lo que estoy viviendo ¿se tratará de adentrarme en mi presente, vivir este aquí y ahora con toda mi conciencia y presencia?  

Si lo que estoy viviendo es un buen momento, es relativamente sencillo relajarme en lo que “es”. Pero si estoy en crisis, preocupado porque no tengo un trabajo estable o éste me está estresando, o me siento solo, estoy mal con mi familia, o enfrento una separación. O estoy deprimida, angustiado, enfermo, ya no es tan fácil aceptar que ese es mi Propósito.  Aunque quizás podamos pensarlo de otra manera.

No significa que mi Propósito sea sufrir, sino vivir lo que me pasa, y al vivirlo, profundizarlo, algo de a poco comienza a cambiar, surge una tendencia espontánea que hace que me mueva, o la situación se mueve y/o la “veo” desde una perspectiva diferente, no estresante.

Es posible que si permanecemos demasiado tiempo atascados en un conflicto es que no nos estamos moviendo en la dirección correcta, no estoy conectado con esa situación y evito que las cosas sigan su curso: no digo lo que tengo que decir, no hago lo que mi intuición me dice, postergo y no arriesgo. Me dejo atrapar por el miedo, el qué dirán (mandatos, debería), la seguridad incómoda. Intento controlar lo que no es posible, espero que el otro cambie, que la realidad sea otra.   Como dice Walter Riso “…hay que habitar la incertidumbre y eliminar la ilusión de control que pregona la cultura.

Los que logran habitar la incertidumbre lo pasan bastante bien porque suelen estar por encima de la ansiedad, entienden que un número considerable de eventos escapará a su control.”

Sin embargo, aunque nos movamos y resolvamos algunas cuestiones esenciales la estabilidad no es permanente, porque la vida no es un lugar seguro y controlado, tendrá momentos de tranquilidad, de reposo, pero si observamos, eso tampoco dura.

Ahora, si dejamos de luchar, me refiero a querer que las cosas duren y/o sean como nosotros queremos, quizás dejaremos de ver conflictos, peligros y agobio por todas partes, para por fin ver la vida como un desafío, que no se trata de llegar a ningún lado, ni de mejorarse hasta la iluminación, que no hay nada malo en uno, que lo importante es el camino de nuestra vida, y que esa aceptación de lo que “es”, nos dará por fin la ansiada Paz, pero en nuestro interior, porque es ahí donde dejamos la guerra con la realidad.

Por supuesto, en el afuera la exigencia, la guerra sigue, y no es que no tenga que hacer mi parte para que esa guerra cese, pero lo hago desde un lugar distinto, sin ansiedad, sin expectativas, sin resentimiento, ni enojo, lo hago desde mi Paz. Mi Paz llegará cuando abandone el pensamiento de que las cosas deberían ser distintas, de que yo debería ser distinto, que el otro debería ser y actuar de otra forma, que tengo que encontrar pronto mi misión, mi propósito, algo que me apasione para al fin ser feliz. Mi Paz llega cuando participo del juego de la vida, tomando lo que me hace bien y soltando sin culpa personas, situaciones, actitudes, que ya no van conmigo, pero sin creer que las cosas deberían ser de otra forma, que para otros es más fácil, que la felicidad de los demás depende mí,  que la verdadera vida comienza después que hice un cambio, que al otro lado de la calle esta la felicidad, porque la felicidad siempre estuvo conmigo, solo que no la veía, porque estaba luchando con la vida. La Paz llega cuando dejo de luchar y hago mi tarea, porque ese es mi propósito, y a la vez mí felicidad.

Agrega Riso:  ¿y si nuestro paso por la vida fuera tan sólo construir por construir? ¿Sería muy descabellado pensar que el verdadero sentido de la vida está precisamente en que nunca terminamos la tarea?

Parece contradictorio, pero no lo es, o no lo es tanto. La vida tiene su lado adulto y realista, tiene su parte seria, porque podemos quebrar financieramente, enfermarnos, podemos crear inconveniente y lastimarnos a nosotros o los demás si somos negligentes o soberbios. Pero a la vez si todo es tan serio, racional y prolijo, buscando la productividad a full, el perfeccionismo, la comodidad, o me oriento por completo al bienestar futuro, a lo seguro, es muy posible que termine viviendo una vida prestada, sin emoción, rutinaria y estresante o frustrante.

Parte de nuestra tarea es darnos espacio para hacer cosas que no llevan a ningún lado, como leer, jugar y escribir solo por placer, o pintar un cuadro no para colgar, hacer un viaje no porque sean vacaciones, quedarse un día en la cama sin estar enfermo, meditar para ver qué pasa, pasar días sin redes sociales ni celular, escuchar música, conocer a alguien y aprender algo nuevo porque sí, cosas que pertenecen solo al momento. Y también, ir contra la corriente, patear el tablero, dejarnos llevar por el corazón, correr el riesgo de equivocarnos, darnos lo que nos merecemos, hacernos amigos del cambio y lo principal: alejarnos de la queja y ser compasivos con nosotros mismos, o sea, reconocer y aprender de nuestros errores, pero no castigarnos, ni culparnos, ni juzgarnos duramente.

Tenernos paciencia, darnos tiempo, confiar, escucharnos y escuchar que nos dice la vida. Y por supuesto, dejar de meternos en la vida de los demás, en los asuntos de los otros, porque en el único lugar que podemos resolver y entender algo es en nuestra propia vida. Abandonar el rol de víctima o salvador, ser yo mismo.

El psicólogo español Joan Garriga en su libro “La llave de la buena vida”, plantea que la vida nos sonríe y complace a veces, y otras nos frustra y hace llorar. Y que ambas cosas son correctas. Opina que la Vida es más grande que nosotros, así que debemos sintonizar con “sus propósitos”, que estos a menudo son incomprensibles y que seguramente, no encajen con nuestros deseos personales. Y agrega que la Vida es una suerte de “diálogo existencial”, entre nuestros deseos y los suyos. Y la felicidad depende de cuánto armonicemos entre estos propósitos. ¡¡¡Paz, aventura y alegría para ustedes!!!

 

Bibliografía citada:

Byron, Katie (2010) Amar lo que es. Ed. Urano. Barcelona.

Riso, Walter (2008) Pensar bien, sentirse bien. Emecé Editores. Buenos Aires.

Garriga, Joan (2015) La llave de la buena vida. Ed Planeta. Bueno

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