viernes 19 de abril de 2024

La cuarentena de quienes no tienen casa

Muchas son las personas sin techo donde pasar el aislamiento obligatorio. Desde el Hogar Emaús ayudan a más de 30 hombres que permanecen este tiempo sin salir del lugar.

viernes 03 de abril de 2020
El edificio de Cáritas sirve como hogar para 12 personas durante la cuarentena.
Foto: Marcelo Martínez.
Foto: Marcelo Martínez.

Por Claudia Olate

“Antes salía a hacer changas, hago de todo, soy guapo para trabajar, pero ahora nos tenemos que quedar acá”, dice Segundo en el portón del hogar Emaús. La historia del hombre se repite en los 28 rostros que permanecen allí desde el 20 de marzo.

El hogar Emaús, destinado a hombres que no tienen vivienda y generalmente viven en situación de calle, funciona hace casi 12 años y su modalidad es de “puertas abiertas”. Los “muchachos”, como los llaman los voluntarios y el impulsor de todo esto, el padre Pepe Lynch, podían salir y entrar del edificio. La mayoría salía durante el día y regresaba a la noche para cenar y dormir a resguardo.

Son 28 los hombres que viven en el hogar durante la cuarentena. (Foto: Marcelo Martínez)

Ahora, en tiempos de cuarentena, la realidad también cambió para quienes no tienen casa propia. En Emaús, intentaron definir prioridades y son 28 las personas que se quedaron de forma permanente hasta que se restablezca el tránsito en las calles.

“Dividimos a la gente para que no haya un grupo tan grande junto: hay 16 personas viviendo en el hogar y 12 más en el edificio de Cáritas (ubicado en el predio lindero)”, cuenta Jorge Linquiman en diálogo con ANB.

Para sorpresa de los voluntarios y operadores que trabajan allí, la mayoría de los hombres decidió quedarse y “no quieren salir ni a la vereda”, relata Jorge porque una de las posibilidades que habían pensado para hacer más llevadero el encierro, era permitirles caminar por la vereda de la cuadra donde solo funcionan las dos instituciones solidarias, pero “eligieron quedarse adentro sin problemas”, remarca.

Cada uno tiene tareas específicas: limpieza, cocina, lavado de ropa. (Foto: Marcelo Martínez)

Con algunos de los hombres que son parte del Emaús, se logró articular con familia o amigos para que puedan pasar la cuarentena y así dejar prioridad para quienes no tiene donde ir. A ellos se les realiza un seguimiento para cerciorarse de que están atravesando el aislamiento en buenas condiciones.

Adentro, el aroma a comida se empieza a hacer sentir. El cocinero saluda con el codo y vuelve a sus labores mientras los muchachos entran y salen de la cocina. Algunos toman mates, la mayoría elige sentarse al sol y disfrutar del calorcito leve del otoño barilochense que está siendo por demás bondadoso.

Algunos se turnan también para colaborar en la cocina. (Foto: Marcelo Martínez)

Algunos de ellos solo van a retirar el plato de comida, porque no lograron convencerlos de pasar la cuarentena sin salir. “Lo que intentamos todo el tiempo es darles contención”, expresa Jorge mientras de fondo se ve salir a uno de los chicos con una bandejita en la que lleva comida y una porción de pan.

También hay jóvenes, varios, que desde hace tiempo forman parte de esta comunidad y ya hicieron del hogar, su casa. Siempre intentaron que todos colaboraran en las tareas, pero ahora es cuando la participación se hace más visible. “Algunos voluntarios pueden seguir viniendo, pero el grupo se redujo, muchas son personas mayores o con alguna complicación de salud que les impide totalmente salir de su casa”, explica el coordinador de Emaús.

Hay algunos "muchachos" que eligieron no quedarse pero igual reciben un plato de comida diario. (Foto: Marcelo Martínez)

Por esto, los propios muchachos toman las riendas del hogar. Desde hace 10 años el lavadero Bariloche lava la ropa de todos de manera gratuita, pero ahora “ellos mismos se encargan de lavar, de cocinar, de limpiar. Todos tienen tareas”, sostiene Jorge.

Gracias a la gestión del obispado y del municipio, el hogar está abastecido tanto de alimentos, como con operadores que se turnan para trabajar  y continuar la noble tarea de contención para los hombres que, en muchos casos, no tienen a nadie más.

“Estamos contentos”, resume Jorge. Es que los hombres entendieron el contexto nacional del que Bariloche no escapa, y tomaron conciencia sobre la importancia de las medidas de prevención. Además de la higiene personal, el constante lavado de manos, las distancias, la mayoría saluda con el codo y respeta las recomendaciones que les brindan.

La mayoría de los hombres que vive en Emaús, solían hacer "changas". Ahora, esperan que termine la cuarentena para trabajar. (Foto: Marcelo Martínez)

Afuera tienen bancos, césped, algunos perros que hacen compañía y cada uno elige cómo pasar el tiempo. Uno de ellos, afilador de oficio y uno de los únicos de Bariloche, tiene su bicicleta montada en el patio trasero. Allí lleva un cuchillo de la cocina y a pedal, lo deja listo para seguir preparando comidas. Es uno de los hombres que subsistía con “changas” pero ahora no puede salir y piensa cómo hacer para seguir viviendo.

A pocos metros, con entrada sobre la calle Chubut pero divididos solo por un cerco y unos cuantos metros de patio, hay otro grupo de hombres que aprovechan el sol de la mañana. Mientras unos trabajan en la fabricación de una mesa, los adultos mayores charlan y escuchan música en el patio que les permite respirar aire fresco sin incumplir con el aislamiento.

Los hombres se dividieron dos grupos  para evitar la concentración de tanta gente. (Foto: Marcelo Martínez)

El objetivo de todos los que trabajan en Emaús es el mismo: evitar que haya gente viviendo en la calle, especialmente en este momento de especial cuidado en todo el país y ante la llegada de las temperaturas frías que se cobraron más de una vida en inviernos anteriores, de gente que dormía quizás solo al resguardo de algún cartón.

“Se gestiona permanentemente con el municipio para que haya menos gente en la calle cada vez. Lamentablemente el aislamiento profundiza estas situaciones difíciles”, reflexiona Jorge. Son en total unas 12 personas entre operadores municipales del Centro de Prevención de Adicciones y del mismo hogar, aunque en épocas normales el voluntariado supera las 40 personas que se dividen todas las tareas.

Muchos de ellos esperan el fin de la cuarentena para poder salir a “changuear”, otros viven el día a día sabiendo que están mejor que en la calle. Disfrutan la compañía, charlan, realizan alguna tarea específica. “Está claro que en estas situaciones es cuando más hay que seguir para adelante”, concluye Jorge y deja firme el objetivo del hogar, cuando se creó allá en pleno invierno de 2008. (ANB)

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