domingo 10 de diciembre de 2023

Calle Belgrano

Una familia y una casa que son parte de la historia de Bariloche

La familia Baratta pasó largas décadas en esa vivienda construida a principios del siglo XX que es testigo de anécdotas del crecimiento de la ciudad.

sábado 18 de noviembre de 2023
Una familia y una casa que son parte de la historia de Bariloche
Vista de la Vivienda Baratta. Belgrano Nº 40. Fotos: Colección Baratta en Archivo Visual Patagónico)
Vista de la Vivienda Baratta. Belgrano Nº 40. Fotos: Colección Baratta en Archivo Visual Patagónico)

Entre edificios, nuevas construcciones y un barrio que ya es parte del centro de la ciudad, todavía se mantiene firme una casa histórica, declarada patrimonio de Bariloche, que resiste al avance de la modernidad.

De madera pintada de un celeste que caracterizó a varias de estas casas que formaron el casco urbano de un Bariloche distinto, con una palmera icónica que resistió al frío patagónico, la casa fue el lugar donde se formó y crió la familia Baratta, parte indispensable de la historia local.

La vivienda fue techo también, de la familia Beveraggi, pioneros de San Carlos de Bariloche. Según la información recopilada por Federico Silin, encargado del Archivo Visual Patagónico, allí residieron Napoléon y Genoveva Beveraggi, antes de mudarse a otra casa en Quaglia.

Familia Beveraggi frente al cerco de la Vivienda Baratta. Belgrano 40. C. 1930 (Colección Beveraggi en Archivo Visual Patagónico)

Pero, la historia de la casa de la familia Baratta, como se la conoce, comenzó un par de décadas antes de la construcción de esta vivienda. Allá por 1880, en Massa-Carrara, Italia, nació don Federico Baratta, quien daría inicio a parte de esta historia.

Cursó sus estudios en su Italia natal, donde también conoció a Primo Capraro, otro de los nombres resonantes en la historia de la región. Fue uno de sus tíos el que lo aventuró a viajar a Argentina.

“Los registros dicen que llegó primero a Uruguay y luego fue a Buenos Aires”, contó Sonia Baratta, nieta de este hombre al que no llegó a conocer. Ya en el país, trabajó en la Dirección Nacional de Tierras y esto lo llevó al destino en la Patagonia.

En un mapa que había en la dependencia en la cual trabajaba, vio el lugar donde decidió afincarse, con el objetivo de comenzar un emprendimiento maderero, con el que atraería a Capraro.

Federico Baratta llegó a lo que hoy es Villa La Angostura y se instaló en el “lote 8”, en el río Correntoso y allí se convirtió en el “primer vecino con papeles” de la zona. Se dedicó a la explotación maderera en pequeña escala.

Con el tiempo, logró convencer a Primo Capraro de deja Italia y llegar a este recóndito lugar en el que emprendieron el negocio maderero, aunque luego de un par de años de trabajo conjunto, cada uno siguió por su lado.

 Vista parcial de las Islas Mellizas y el Vapor Cóndor frente al Lote Nº 8 de Federico Baratta y Primo Capraro. Actual Puerto Arauco. C. 1944 (Dpto. de Documentos Fotográficos, Archivo General de la Nación)

Años después de haber vivido duros y solitarios días en Correntoso, se mudó a Bariloche en 1910. A fines de ese año, se casó con Rosa Andrade, una mujer que había llegado de Chile junto a una familia para la cual trabajaba.

Hace 113 años, Federico Baratta y Rosa Andrade se instalaron en la vivienda ubicada en Belgrano 40, donde nacieron sus dos hijos Eduardo y Leopoldo y donde, con distintos problemas de salud, falleció a sus jóvenes 41 años, el 21 de junio de 1921.

Leopoldo tenía solo 11 meses cuando su padre falleció, por lo que los recuerdos que hoy guardan los nietos y bisnietos de este italiano que llegó a la región a principios del siglo pasado, se basan más que nada en registros y documentos.

La mayor parte de su vida, transcurrió en la casa paterna, donde también se criaron los cuatro hijos que tuvo con Rosa Matilde Peralta, una rosarina a la que invitó a un baile y finalmente, se convirtió en su compañera de vida.

Leopoldo, Raúl, Sonia y Alejandro son los hijos de este matrimonio que fue parte de la historia de Bariloche, en la que participaron activamente, siempre vinculados a la vida en comunidad, al esquí y al deporte.

La casa de Belgrano 40, fue además del nido familiar, un taller donde Leopoldo fabricó esquíes durante muchos años, una bicicletería, un lugar de venta de productos regionales y artesanales… Es que, si hay algo en lo que los hijos de Leopoldo coinciden, es que era un incansable emprendedor, siempre ávido de aprender algo nuevo, en constante búsqueda de nuevos intereses.

Cuando era muy chico, trabajó para el Banco Nación y siempre estuvo ávido de incorporar nuevos conocimientos. A los escasos 11 años, ya había fabricado su primer par de esquíes y luego, durante años, se dedicó a la fabricación en “Albor”, el espacio en el que creaba tablas nuevas y reparaba viejas, “y regalaba la mayoría” recuerdan entre risas sus hijos.

En ese momento, y aunque ahora sea necesario un esfuerzo enorme para imaginar un Bariloche sin autos, sin edificios ni casas una al lado de la otra, no era una ciudad si no un pequeño pueblo.

La casa de la familia Baratta en ese momento, era una de las pocas de la zona. La calle de tierra y los vecinos que se conocían todos. “Se dejaban las puertas abiertas”, recuerda Sonia. Era otra época.

Goldie recuerda, como parte de las anécdotas que guarda la casa de madera de Belgrano al 40, el momento del terremoto de 1960, ese que hizo mover el lago y desaparecer al puerto. “Yo estaba acostado, estaba enfermo, y cuando se empezó a mover todo, mi papá me sacó en brazos para afuera en el momento justo, porque después se cayeron todos los trofeos que tenía en el lugar donde yo dormía”, señala.

Panorama de la Calle Belgrano y la Vivienda Baratta. C. 1950 (Colección Capraro en Archivo Visual Patagónico)

La casa sobrevivió al terremoto estoica, aunque, “después entraba más tierra, se ve que un poco se había movido”, señalan los hermanos.

Lo que supo ser Albor, un taller de esquí, se convirtió luego, en una bicicletería. “Mi papá se asoció con su amigo Camilo Pefaure, con quienes era amigos de la infancia, y pusieron ese negocio”, cuenta Goldie.

Leopoldo fue incluso, concejal, miembro del primer Concejo Deliberante de Bariloche y también legislador y la casa fue el lugar de infinitas reuniones, debates y encuentros en los que buscaban soluciones a los problemas de la época.

Fue también, inspiración para que Leopoldo escribiera en 1996, un libro de sus memorias, imperdible para conocer el Bariloche de antes, en el que relata cómo fue su vida en la ciudad que lo vio nacer, crecer y forjar una vida intensa y siempre con proyectos nuevos.

Hace unos 120 años permanece estoica, ante el crecimiento urbano y la proliferación de edificios, con la palmera que curiosamente, resistió al clima patagónico. Una de las pocas casas que se mantiene de aquel Bariloche de principios del siglo pasado y que forma parte de la historia de la ciudad, guardando historias, vivencias y recuerdos. (ANB)

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