Balotaje
Misma dinámica, nuevos actores y una violencia “in crescendo” en las elecciones más emotivas de los últimos años
Tobías Fuentes Llébana*
Pareciera ya un lustro desde que vimos en nuestras pantallas un resultado que dejaba perplejo a todo el panorama político de cara a este año electoral, Javier Milei se erigía como el vencedor de las PASO, firmando no solo la elección más exitosa de una “tercera fuerza” desde el retorno de la democracia en nuestro país, sino que lo hacía dejando en jaque no solo a la ya vapuleada coalición de Juntos por el Cambio y con el peronismo tambaleándose contra las cuerdas, tratando de dilucidar como plantarle cara a este nuevo rival, ante una situación nunca antes vista en nuestra historia electoral reciente.
Desde ese momento, ocurrió un vendaval de acontecimientos, desde debates que quedaran para la posteridad por su baja calidad tanto dialéctica como discursiva, hasta declaraciones punzantes, directas y hasta polémicas por parte de los propios protagonistas; y es que fue hasta para algunos (entre los que se incluye quien les escribe) aún más desconcertante la manera en la que el liberalismo perdió las generales, ante un peronismo que hizo la peor elección de su historia en cuanto a números porcentuales, liderados por un Sergio Massa al que una gran parte del peronismo no preferiría que estuviera ahí, ante un candidato al que no hace mucho tiempo atrás, el mismo peronismo enfrentó.
Sin embargo, estoy seguro que nadie, ni el anti peronista más opositor, se hubiera imaginado todo lo que desencadenaría este resultado, aquel que venía a sacar a los mismos de siempre estrechando lazos con aquella a la que horas antes, la había tildado de “montonera tira bombas”, dándose la mano en señal de unidad en televisión abierta e inclusive invitando a los distintos sectores de izquierda a formar parte de su gobierno, asignándoles la dirección de un ministerio a los “zurdos inoperantes” que tantas veces denostó el y los integrantes de su partido.
El que venía a “sacar a los mismos de siempre”, evocando el desencantamiento hacia la política tradicional por parte de la sociedad civil, terminaba asociándose con aquellos a los que tantas veces criticó. Y es que este ballotage que nosotros como argentinos y argentinas representará una vez más, la tendencia histórica que a definido a nuestro país durante una gran parte de su historia electoral, “peronismo contra antiperonismo”, como si se tratase de una dinámica, de una tradición que vino para instaurarse en nuestra vida electoral como país, girando en torno a este bipartidismo en cubierto, escondido detrás de candidatos cuya única finalidad es ligar algún lugar cerca de “los amigos del campeón”, algún banquito al lado del sillón de Rivadavia, mientras el resto de la ciudadanía queda casi obligada a elegir entre dos opciones que, en una gran cantidad de casso, están obligados a optar sin sentirse verdaderamente identificados .
Al mismo tiempo, esta elección contó con una poderosísima carga emotiva: bronca, desdén, desgano, esperanza, odio e inclusive incertidumbre, fueron algunas de las emociones que estos candidatos expusieron en sus mensajes a lo largo de este año electoral (y en el caso de Javier Milei, desde que este se convirtió en un actor mediático).
Estas fueron las campañas del miedo, de la violencia, del odio y del rencor, del olvido a la memoria y del retorno de viejos mensajes que creíamos ya enterrados bajo tierra y de los que nuestros padres y abuelos habían dicho hace no mucho tiempo “Nunca Más” y que ahora, se pasean en campaña. La campaña de twitter y de las redes, en donde el mínimo posteo ya te engloba bajo una categoría o partido sin siquiera te hayas dado cuenta.
La verdad es que carezco de certeza absoluta sobre quien se erigirá como vencedor de esta contienda electoral, pero si de algo estoy seguro, es que estas serán, gane quien gane, unas elecciones que marcar un antes y un después en la forma de hacer política, como hace tanto tiempo no se ha visto en nuestro país.
*Estudiante de Ciencias Políticas UCC
DNI 43948181