miércoles 27 de septiembre de 2023

Análisis

"¿Qué se esconde detrás del speech electoral que todo lo puede y todo lo promete?"

El filósofo Nahuel Michalski expone un análisis sobre el discurso de los candidatos que se disputan la intendencia de Bariloche.

lunes 28 de agosto de 2023
"¿Qué se esconde detrás del speech electoral que todo lo puede y todo lo promete?"
De qué se trata la gobernabilidad. Foto: ilustrativa.
De qué se trata la gobernabilidad. Foto: ilustrativa.
Por Nahuel Michalski*

La ciudad de Bariloche se encuentra atravesando la última semana pre eleccionaria; el domingo se elige un nuevo intendente.

Esto condujo, por supuesto, a que todos los candidatos a asumir el cargo público de Intendente de la Ciudad circulen por diversos medios, instituciones, organizaciones y plataformas visibilizando sus propuestas electorales de cara a un público barilochense que parece mostrarse cada vez más descreído y vacilante frente a tantos años de promesas incumplidas.

Ahora bien, este espíritu electoral que atraviesa la ciudad me condujo a escuchar detenidamente y con oído filosófico los dichos y comentarios de los candidatos a la intendencia. Y he observado esto: todos ellos se presentan únicamente desde el lugar de la voluntad política.

“Yo nací en Bariloche, soy de acá, y tengo todas las ganas de …” (¿hay alguna relación entre haber nacido en Bariloche y ser idóneo para un cargo público?, no); “Tenemos ganas de resolver los problemas de los vecinos y tenemos con qué hacerlo” (ajam…); “Nosotros venimos a resolver los problemas de la gente que hasta ahora nadie ha resuelto” ... Es decir, todos discursos de mesianismo y voluntarismo político que nos quieren invitar a pensar que ellos van a hacer precisamente y por arte de magia lo que nadie hizo hasta ahora; ¿y por qué no?, total querer es poder, ¿no? 

Pero ¿querer es poder? ¿Qué se esconde detrás del speech electoral que todo lo puede y todo lo promete? ¿Realmente alcanza con que un político exprese su deseo de hacer las cosas bien para que realmente pueda hacerlo? Si fuera tan fácil como tan solo pronunciarlo, ¿por qué no ha ocurrido hasta ahora? ¿Por qué motivo cada nuevo político que asume un cargo público no cumple con lo que dijo y prometió que iba a hacer en tiempo y forma? 

Con respecto a esto, lo que generalmente se piensa es que dicho político, arribado al ejercicio de la función pública, se corrompió éticamente (por ejemplo, al mentirle a la población con tal de ganar un cargo público) o perdió la voluntad política de hacer aquello que había prometido (lo cual, en el fondo, no es sino también una forma de corrupción ética). Incluso es muchísima la cantidad de gente que asume que sí o sí “el poder te corrompe”.

Pero, ¿esto siempre es así? ¿Siempre el poder corrompe? ¿Todo fracaso político de un funcionario público (o grupo de ellos) tiene que ver con corrupción ética o debilidad de carácter? Tendemos a suponer que sí, pero yo dudo que ese sea siempre el caso. Y lo dudo porque si tuviera que aceptar la fórmula general de que siempre ocurre que “el poder te corrompe”, entonces, suspendamos las instituciones y las elecciones; ya no hay nada por hacer. Volvamos al estado de naturaleza. 

De lo que aquí nunca se habla es de esta otra variable ampliamente desarrollada en la filosofía política: la variable de la gobernabilidad. ¿Qué significa tener gobernabilidad? Significa que, por ejemplo, aquí en la ciudad de Bariloche, te dejen gobernar. ¿Que te dejen gobernar? ¿Quién o quiénes? ¿Por qué no podría gobernar adecuadamente un intendente si ha sido elegido por el pueblo? ¿No es acaso el hecho de haber ganado las elecciones lo que le habilita a gobernar según su voluntad la cual es, supuestamente, la voluntad del electorado que representa? Y la respuesta es: NO.

El poder político de un funcionario o grupo de funcionarios no se constituye únicamente con el triunfo electoral. De hecho, el triunfo electoral es lo de menos; es tan solo la puerta de ingreso a la cuestión. Lo único que los votos dan es legitimidad institucional, pero no poder real. Para que dicho funcionario pueda gobernar, es decir, para que goce de gobernabilidad o capacidad de gobierno real, además del aval de su electorado de base, debe contar también con el acompañamiento de otras fuerzas (generalmente ocultas y que operan detrás de escena) que le tienen que permitir la toma de decisiones.

Estas fuerzas traseras a la vida pública son las que en verdad establecen si un candidato tendrá gobernabilidad o no, si podrá gobernar o no, es decir, si podrá cumplir con lo que prometió en su campaña o no; y, como lo podemos ver, esto ya no se trata de un asunto ético o de “buena voluntad del intendente”. Ya que por más buena voluntad y honestidad que el intendente (o funcionario público que queramos considerar) posea, si las fuerzas económicas que habitan esta ciudad no acuerdan con lo que él quiera hacer para cumplir con sus promesas electorales, entonces él no podrá hacerlo, aunque su base electoral se lo demande y aunque él no esté intentando hacer otra cosa más que lo que prometió y corresponde. 

¿Se entiende entonces que querer no equivale a poder? ¿Por qué no? Porque entre la voluntad política y su realización efectiva en los hechos concretos existe algo en el medio de lo que nunca se habla y que es, precisamente, que te dejen hacer, es decir, que te den gobernabilidad, que los intereses de las fuerzas económicas del escenario en el que el funcionario público aparece y se monta acuerden con lo él quiera hacer y negocien a tal fin; o, en otros términos, que no se vean perjudicadas por sus decisiones políticas.

No seamos ingenuos, ¿en verdad podemos creer que un intendente cualquiera, por más “nic” que sea, por más votos que haya recolectado en las elecciones municipales, podrá tomar decisiones desfavorables para las cuatro o cinco familias o para las tres empresas mono u oligopólicas que en verdad gobiernan esta ciudad ¿Qué ocurriría si un intendente, escuchando la demanda de sus electores, intenta distribuir los ingresos, desarrollar la industria, fortalecer a la clase trabajadora para que no se vea obligada a prostituirse según relaciones laborales indignas y miserables, o fomentar la competencia económica para diversificar los mercados en una ciudad turística que precisamente vive de la reconcentración del poder económico en unas pocas manos y de la explotación laboral de personas que no tienen más remedio que “agarrar lo que hay”? ¿Podría hacerlo? ¿Se lo permitirían? ¿No es acaso obvia la respuesta?

En conclusión, querer no es poder. Entre la voluntad política (siempre “buena”, “honrada” y “omnipotente”) y la posibilidad real de convertirla en resultados concretos y visibles para todos, hay una variable de la que nadie habla por lo problemática que resulta: la variable de la gobernabilidad o, en otros términos, la de que los que tienen el poder real te dejen gobernar. Cuestión que favorablemente sucede y acontece cuando el “poder” político (el más débil de todos) no va necesariamente “en contra” de las potencias económicas de la ciudad, pero tampoco les permite cualquier cosa en nombre de “los dólares que trae el turismo” (dólares que, por cierto, nunca se ven reflejados o invertidos en la ciudad). Más bien, creo yo, de lo que se trata es de que el “poder” político y el poder económico (el más poderoso de todos) logren establecer acuerdos y negociaciones de cara a la sociedad civil y favorables para todos. Que todos ganen, de eso se trata. Únicamente cuando todos ganan, es cuando la voluntad política coincide con su capacidad real de gobierno. Pues, sólo cuando todos ganan (y no únicamente unos pocos) ocurre que te dejan gobernar.

 

 

*Nahuel Michalski es licenciado y profesor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Se especializa en el área de la filosofía política y el análisis cultural a partir de temáticas atinentes a la metafísica del poder, la construcción de subjetividad colectiva y la relación entre discurso y realidad. Ha dedicado los últimos años a la tarea docente, la investigación de grado y la divulgación de la filosofía a través de múltiples plataformas digitales, espacios de encuentro y medios de prensa con el fin de hacer de dicha disciplina un campo público de participación y construcción de ideas.

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