Carta de lectores
Sobre la iluminación exterior de la Catedral de Bariloche
Un vecino se refirió al estado de la Catedral, Nuestra Señora del Nahuel Huapi.

Alejandro Vaccari
DNI 14682317
A veces quisiera ser menos crítico de lo que veo a mi alrededor, una amiga me señala que tengo ojo para ver la miseria, quizá en parte es cierto, aunque en este caso me parece que solo se trata de desidia y abandono, en cierto modo también de torpeza. Claro, quizá podríamos llamarlo también miseria, pero de alguna manera eso pondría el foco del problema en otra parte. En fin, creo que algo que se quiere y se valora, en primer lugar no se descuida, se lo sostiene, se lo mantiene y también se lo protege.
Hace más de 30 años, se iluminaba el exterior del Centro Cívico (plaza, fachadas, aleros, etc.) y unos meses después la Catedral de Bariloche.
El primero fue un proyecto lumínico donado por la empresa Osram y realizado por una empresa de iluminación de Buenos Aires, llamada Capiello y Cía. La iluminación de la Catedral (Cúpula, Torre y frentes) fue un proyecto y realización del Ing. Edgardo Capiello. Esto lo recuerdo bien, porque participé en los trabajos de montaje, de cañerías, cableados y artefactos, como electricista contratado.
Ayer a la noche, miro la Catedral desde un edificio contiguo y me doy cuenta de que los frentes están en total obscuridad, en la cúpula hay solo 1 luz encendida de los 4 proyectores instalados inicialmente, la torre y los frentes se iluminaban si mal no recuerdo, mediante 6 columnas que portaban 4 proyectores cada una.
La obra encarada por el municipio, en aquel entonces, pretendía “mostrar mejor y destacar” la belleza de este importante ícono del Patrimonio Histórico de Bariloche, quizá, ya podríamos llamarlo “pretendidos esplendores de otros tiempos”, o quizá incluso “monumentos silentes del abandono y la desidia”.
En la iluminación “Top” de hace 30 años, se utilizaron lámparas de mercurio halogenado combinadas con lámparas de sodio, jugando con las grandes diferencias de coloración (casi naranja para el sodio, y celeste frío para el mercurio), con lámparas que en la Catedral, llegaban a 2000 W por lámpara, y que hoy serían considerados de alto consumo.
Desconozco si en algún momento se hizo una “reconversión” de ambas instalaciones, a iluminación de Led, que es obviamente el sistema de iluminación que se utiliza en la actualidad, es más hoy día, se puede conjugar una amplia paleta de colores, y variar o proyectar, escenarios distintos de color para eventos, fiestas, etc.
¿Por qué todo descuida y abandona? Parece casi un desprecio.
Se habla tanto del patrimonio histórico, creo que incluso en los distintos estamentos del estado, municipalidad, parques nacionales, etc. ha de haber muchos profesionales trabajando en esto, que seguramente generan un costo permanente incluso importante.
¿Dónde están esas voces? (quizá siendo parte del estado, simplemente en el silencio, preservando sus comodidades).
¿Dónde están el resultado de sus trabajos y acotaciones? (seguramente durmiendo en algún cajón o en algún archivo).
Si obras como estas, se hicieron para durar en el tiempo, en el, caso de la iluminación: cañerías galvanizadas, cableados subterráneos bajo normas, tableros y protecciones adecuados y normalizados, por supuesto para esa época claro.
¿Es tan difícil mantenerlos en el tiempo?
Lo mínimo, la limpieza de las luminarias, el cambio de las lámparas, etc.
Y luego sí, quizá cada 10 o 20 años, tener que modificarlos o readecuarlos, porque claro, las tecnologías cambian, y por estética o por mejor rendimiento o menor consumo, se hace necesario en el tiempo algún ajuste o algún reemplazo.
¿Es tan complicado?
Hoy la Catedral, Nuestra Señora del Nahuel Huapi, una obra arquitectónica bellísima, una foto casi obligada de nuestra ciudad de noche está a oscuras, recibe luz solo desde la iluminación de calle, o del bellísimo parque público que tiene alrededor.
Tendrá muchos otros problemas, seguramente, recuerdo por ejemplo, que el edificio nunca se terminó por dentro, que nunca hay presupuesto para dedicar a ello. Por eso, hable de “pretendidos esplendores de otros tiempos”, parece que hoy no estamos a la altura.
Seguramente también hay otro montón de prioridades en una ciudad con tantos problemas de estado de las calles o del tránsito, con tantas carencias en las personas, no soy ciego a la gran debacle, como sería de bobos negarla.
Ahora bien, somos una ciudad turística, nuestro producto. Lo que ofrecemos al turista, es básicamente belleza.
Claro, por un lado, está la belleza natural, esa obra maravillosa que el gran arquitecto Dios, edificó también para nosotros, con este marco de montañas imponente, los bosques fantásticos y estos ríos y lagos maravillosos, pero en este combo turístico en oferta, también es muy importante “lo que aportamos nosotros”. Esta sería la belleza que construimos nosotros cada día. Que es aquello en lo que verdaderamente tenemos la obligación de esforzarnos y organizarnos para hacer las cosas bien, sin tantos errores, con mucho más compromiso y responsabilidad, porque esa parte de la postal, depende directamente de lo que hacemos y sí, también de lo que omitimos hacer.
Hoy, el icónico edificio a oscuras, en tinieblas, paradójicamente como está casi todo, en la medida que nos dejemos ganar, por esta otra forma de corrupción: la desidia y el abandono.