sábado 20 de abril de 2024

Crisis

Merenderos y comedores comunitarios: un fenómeno social y político de la Argentina

“Ayudar a quienes más lo necesitan”, es el slogan que promueve el surgimiento de estos espacios sociales.

viernes 20 de enero de 2023
Merenderos y comedores comunitarios: un fenómeno social y político de la Argentina
Los corazones de Beatriz. Foto: Marcelo Martínez.
Los corazones de Beatriz. Foto: Marcelo Martínez.
Por Miguelina Missotti

Desde hace décadas, en nuestro país, el acceso a los alimentos y la satisfacción de las necesidades alimentarias es un problema que trata de ser considerado como componente central de un sinfín de políticas públicas, en cada uno de los gobiernos.

Sin embargo, parece ser que no hay iniciativa estatal posible que pueda erradicar esta problemática social. Por ello, es la sociedad civil quien termina, de una forma u otra, tratando de palear la situación implementando y ejecutando programas sociales para dar respuesta al derecho básico como lo es alimentarse.

Ante la demanda constante de diferentes movimientos políticos y organizaciones sociales por la satisfacción de necesidades no cubiertas, la no respuesta de parte del Estado y las distintas iniciativas solidarias autogeneradas por parte de actores populares en el espacio barrial, es que surgen los comedores comunitarios y merenderos en los barrios más pobres de las ciudades de Argentina.

“Ver la necesidad que tiene la gente, la miseria en la que muchas veces se vive, que no le alcanza lo que gana en su trabajo para poder darle de comer a los hijos o ver que los chicos se la pasan todo el día en la calle es desesperante”, relató a ANB, Beatriz Curruhuinca, fundadora del merendero “Los corazones de Beatriz”.

“Con el objetivo de sacar a los chicos de la calle, comenzamos a realizar actividades lúdicas que acompañábamos con una taza de leche y algo rico para comer. Sin embargo, cuando quisimos darnos cuenta eran muchas las personas que se acercaban a mi casa a comer”, recuerda Beatriz.

Ayudar quienes más lo necesitan. Foto: Marcelo Martínez. 

El merendero se encuentra ubicado en calle Trochita Patagónica 566, en el barrio Nahuel Hue. Está próximo a cumplir 9 años y, actualmente, ayuda a 60 familias, aunque durante la pandemia de Covid-19 fueron 600 las personas que se acercaron al lugar para poder comer.

Después de un tiempo, con mucho esfuerzo, Beatriz pudo construir un espacio pequeño al lado de su casa que sería destinado para el nuevo merendero que había surgido de esta manera, por el sólo hecho de mirar para el otro lado, ese lado donde hay personas que necesitan una ayuda. “El lugar es chiquito pero el corazón es grande”, reflexiona la referente mientras se le quiebra la voz.

Si bien es real que muchos merenderos y comedores comunitarios reciben una ayuda constante del Estado, hay muchos otros que no lo hacen y deben buscar la manera de sustentarse a través de pedidos expresos a la sociedad civil o a raíz de la venta de diferentes productos.

“Luchamos día a día el tema de las donaciones. Nunca estamos seguros de que vamos a poder alimentar a tantas personas todos los días. No recibimos una ayuda continúa del Estado, excepto que hagamos un pedido muy específico a la Municipalidad y ahí sí nos ayudan. Lo más difícil de conseguir es la carne y las verduras”, señala.

El merendero cuenta con personas que ayudan con donaciones hace muchos años, pero también “trabajamos haciendo venta de cosas para juntar dinero para poder sacar el merendero adelante y, además, salimos a repartir notas a diferentes lugares para poder conseguir algún alimento específico, ropa o alguna otra cosa que necesitemos”. Muchas veces las personas piensan que donar medio kilo de harina y medio de azúcar no es nada, pero realmente no se dan una idea la cantidad de cosas que Beatriz puede hacer con eso.

Sin embrago, una buena noticia se presentó a fines del año pasado cuando fueron ganadores de un proyecto presentado a la Municipalidad en el que recibieron una cocina industrial, un horno pizzero, una amasadora de 20 kilos y un termotanque. Con todo esto, ya está terminando de tomar forma el proyecto “Un pancito más” que saldrá a la sociedad a fines de febrero con el objetivo de hacer pan casero para vender en toda la ciudad.

Enero es un mes complicado en muchos aspectos, sobre todo porque la gente se toma sus vacaciones y se desentiende de sus obligaciones y responsabilidades. También se hace difícil para quienes ayudan a otras personas porque el hambre no se toma vacaciones. En este sentido, Beatriz contó que hace una semana comenzaron nuevamente a dar la merienda, “pero la realidad es que no nos alcanza para todos, no tenemos absolutamente nada”.

Por eso, si lees la nota y estás interesado en donar alimentos podés acercarte al merendero, contactar a Beatriz a través de su Facebook Beatriz Curruhuinca o al 2944-208603. También hace muy poquito generó una cuenta de Mercado Pago, aunque no son partidarios de que la gente done dinero porque, muchas veces, eso genera problemas. La realidad es que hoy en día las personas quieren ayudar, pero no pueden trasladarse debido a diferentes cuestiones y este medio es una opción que encontraron viable para recibir ayuda.

Más allá de sus trabajos, a mucha gente no le alcanza para comer. 

Conseguir un terreno para poder construir en él un albergue para ayudar a personas situación de calle, es el gran sueño de Beatriz. Y sabe que va a cumplirlo porque su corazón es grande y parte de su vida está puesta al servicio de la gente.

Un lugar multifunción 

Además de cumplir su función primordial que es la de proveer alimentos a personas que lo necesitan, los merenderos y comedores comunitarios son espacios sociales donde se generan puntos de encuentros posibles, encuentros que permiten ver al otro, ese otro que está en la misma situación y que vive en el mismo barrio, incluso pegado a la casa.

Generar nexos entre las diferentes familias a través de la realización de talleres de panadería, de apoyo escolar, de manualidades son otras de las grandes funciones que cumplen hoy estos espacios. Así lo plantean Beatriz y Chivi, referente del merendero Alihuen.

Árbol en pie es el significado mapuche de Alihuen. En el barrio Barda Este, a orillas del arroyo Ñireco, Silvina Vera, más conocida como “La Chivi” y su pareja Eduardo Jara, alias “Jamaica” llegaron al lugar hace 4 años y detectaron las necesidades de sus vecinos y de las muchas mamás solas, con poco o nada para comer, por quienes el municipio no respondía y decidieron fundar su propio merendero.

Si bien, como sucede generalmente con quienes deciden comenzar con el camino de ayudar a las personas que atraviesan situaciones difíciles, primero lo hacen en sus propias casas, pero, muchas veces, logran tener un espacio aparte que se destina especialmente para eso. Así sucedió con Alihuen.

“Yo vengo de una familia muy complicada y muy pobre. Me crié en la calle desde los 5 años. Po suerte me ayudó mucha gente y así fue que conocí a la gente del grupo Encuentros y aprendí mucho de ellos. Por esfuerzo mío, por mérito y por ellos, soy lo que elegí ser hoy en la vida. Ser militante y ayudar en lo que pueda. Siempre estoy con los vecinos atenta a ver si les falta algo, un medicamento, lo que sea.”

Las políticas pública estatales no alcanzan para solucionar la falta de acceso a los alimentos. Foto: Marcelo Martínez. 

Cuando la Chivi y su pareja llegaron al barrio había muchas casas precarias. La primera actividad que llevaron adelante fue pedir donaciones para el día del niño, “pero como vivíamos en una casa fea, la gente no se acercaba por miedo, entonces salimos nosotros a buscar las cosas y repartirlas”, relata la referente.

Después de eso, empezaron a realizar una merienda en el comedor de su casa y se dieron cuenta de la cantidad de mamá con niños que se acercaban, además, para jugar y encontrarse, compartir actividades e historias.

Hace 2 años que lograron el espacio físico y son 6 personas las que trabajan arduamente para ayudar. Funcionan todas las semanas realizando diferentes actividades como apoyo escolar, los miércoles y jueves cocinan viandas para las familias, reparten módulos, ayudan a los vecinos a hacer trámites, entre otras cosas.

En lo que respecta a las donaciones, las personas del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) ayuda con alimentos y bolsas de mercadería que reparten una vez al mes. También, hace muy poco tiempo, Chivi comenzó a cobrar el plan Potenciar Trabajo que la ayuda a seguir ayudando, sobre todo a los niños, aunque también lo hacen con adultos mayores y con familias enteras.

Actualmente, son alrededor de 150 personas las que se acercan al merendero. “Durante la pandemia la situación fue terrible, llegamos a trabajar con 80 familias; se sumó gente de todos lados. Fue una época muy dura, sobre todo para quienes trabajan haciendo changas y no podían salir a la calle”, cuenta Chivi. “Hay mucha gente que tiene vivienda, pero no sabemos cómo viven de las puertas para adentro”.

Chivi también tiene un deseo. “Mi idea es que en un futuro el merendero sea solo un espacio recreativo y que la merienda sea parte de una actividad y no una necesidad. Estaría muy bueno que los chicos vayan a un lugar a jugar y divertirse y no porque no tienen qué comer en la casa”,

Cumpliendo sueños

Vivimos en una sociedad que exige continuamente la productividad relacionada a la economía. Esto hace que, muchas veces, las personas no puedan levantar la vista y ver un poco más allá de ese mundo que los rodea; ese otro mundo que nos presenta una realidad diferente, a veces, mucho más compleja de lo que creemos. Pero, quien tiene un deseo profundo de ayudar, encuentra miles maneras de hacerlo.

No se necesitan hacer grandes cosas para dar una ayuda. Foto: Marcelo Martínez.

“Cumpliendo sueños” es una organización no gubernamental que nació hace 8 años con el objetivo de ayudar a los chicos de diferentes merenderos de Bariloche con tres proyectos: mochila escolar, día del niño y Papá Noel. En cada campaña abarcan alrededor de 130 chicos y chicas.

Al igual que Beatriz y Chivi, Marcelina, referente de la organización, coincide en que los espacios de los merenderos y comedores comunitarios transcienden el fenómeno de la alimentación ya que las personas piden continuamente, a quienes llevan adelante estos lugares o a otros referentes de proyectos que se basan en la solidaridad, la presencia de talleres tanto de apoyo escolar para quienes están transitando el ciclo lectivo o de oficio.

“El acceso a la educación después de la escolaridad primaria, es nulo para casi todos los chicos de los barrios más carenciados. Por eso necesitan este otro tipo de educación, que los ayude a generar sus propios productos y así venderlos y tener un ingreso que no dependa de otros para poder sustentarse”, sostiene Marcelina.

Hay merenderos de todo tipo y para todos los gustos. Así como Beatriz no recibe una ayuda estatal, hay otros que están más politizados y “terminan cumpliendo la función de asistencialismo en lo que es alimentación y ropa”, opina la referente.

La pandemia presentó una situación muy difícil, muchas personas que ya de por sí no tenían para comer ni para vestirse, la situación de encierro lo hizo mucho peor. Esto hizo que “muchas personas que podían concurrir a sus lugares de trabajo se encontraban con que tenían tiempo libre y lo destinaron a cocinar para ayudar al otro. Si bien triplicó la cantidad de personas que buscaban su comida, también lo hicieron los voluntarios”, recuerda Marcelina mientras su voz se va quebrando.  

“Necesitamos ver al otro. Es importante que la gente se involucre y toma conciencia de que hay otras realidades diferentes y que, con un pequeño granito de arena, podemos contribuir a cambiar eso que hoy vemos”, concluyó. (ANB)

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