martes 19 de marzo de 2024

Las crisis de la vida y el jardín psíquico

Nuestro columnista, el psicólogo Gustavo Marín, nos ayuda a reflexionar sobre ellas y la forma de abordarlas.

domingo 17 de septiembre de 2017
Las crisis de la vida y el jardín psíquico

La palabra crisis viene del griego krisis y este del verbo krinein, que significa "separar" o "decidir". Crisis también se asocia a algo que se rompe y al análisis  del por qué de ello. De allí deriva el término crítica que significa análisis o estudio de algo para emitir un juicio, y también criterio que es razonamiento adecuado.

Entre tantas cosas, la crisis nos obliga a decidir, pero antes a pensar, a realizar un análisis,  una reflexión profunda.

Desde el ámbito psicológico tomamos las crisis como una situación temporal de desorganización psíquica, caracterizada por síntomas variados en donde predominan altos niveles de ansiedad y angustia, que impiden a la persona resolver determinadas situaciones con sus conductas habituales.

En las crisis observamos un desequilibrio emocional, cognitivo y conductual.

Las crisis pueden surgir por circunstancias inesperadas, como un accidente, un robo, un desastre natural, una enfermedad, la muerte de un ser querido.

Hay otras situaciones que son más o menos previsibles, pero no por eso menos intensas y que también nos llevan a una crisis, como por ejemplo una mudanza, una separación, la pérdida de un trabajo de una amistad. Y también hay crisis ligadas al desarrollo personal, que son vividas por las personas con distinto grado de conflictividad y corresponden a sucesos propios del ciclo vital: cambios de etapas, adolescencia, alejamiento de los hijos, crisis de la mediana edad, cuestionamientos existenciales, crisis espirituales, envejecimiento. Son  más predecibles, pero su intensidad es muy variable.

El lenguaje chino no se expresa en letras sino a través de ideogramas en donde cada uno de ellos tiene un significado particular. La palabra crisis se escribe en chino con dos ideogramas superpuestos. Cada uno en forma aislada quiere decir una cosa diferente. La imagen superior tomada aisladamente significa inseguridad, miedo, peligro, vacilación, incertidumbre. La inferior significa oportunidad, desafío.

Es decir que, en la crisis, está la  posibilidad de peligro y a la vez de oportunidad. Peligro porque una crisis representa una desestabilización psíquica y emocional con su inseparable y propio sufrimiento; y oportunidad porque nos ofrece la posibilidad y el desafío de evolucionar, de llegar a un cambio que estábamos necesitando, a una trasformación interior, de lograr  una nueva comprensión sobre sí mismo y el mundo.

Todas las personas hemos transitado alguna  crisis en su mayor o menor intensidad. El tema es como salimos de una crisis, porque a lo que se puede aspirar, es a salir enriquecidos de la misma (habiendo hecho los aprendizajes necesarios), ya que existe el riesgo, que después de todo lo que sufrimos al atravesarla, volvamos a quedar en el mismo lugar, o sea, sin crisis, pero acomodados a la rutina que agobia, al  descontento domesticado, a la resignación cómplice.

Claro que para salir de la crisis, primero tenemos que entrar en ella, ver de qué se trata, que es lo que ya no podemos acomodar. En la crisis hay algo que cumplió su ciclo, pero que  todavía no murió, e intuimos que hay algo superador, lo esperamos, pero eso nuevo, todavía no nació. Por eso la crisis es una transición, que requerirá mucha paciencia, y confianza en el proceso.

Me resulta interesante la idea de Clarissa Pinkola Estes en su libro “Mujeres que corren con los lobos”,  que remarca la importancia de cuidar un jardín. Pero ese jardín puede ser simbólico, un “Jardín psíquico” o un jardín con barro, tierra, plantas y todas las cosas que rodean, ayudan y atacan.

Y como dice el Tao Te King, “Como es afuera es adentro”, ese jardín es nuestro interior,  nuestra  psique, nuestra alma que  es una conexión concreta con la vida y la muerte. Un lugar físico y simbólico donde podemos aprender profundas lecciones psicológicas y espirituales. En el jardín de barro como en nuestra psique puede ocurrir durante la crisis que tengamos demasiada agua, o la falta de ella y suframos la sequía, plagas, calor, tormentas, invasiones,  muerte de las raíces, y a la vez renacimientos, beneficios inesperados, curaciones espontáneas, florecimiento, recompensas, belleza.

“En el jardín aprendemos a dejar que los pensamientos, las ideas, las preferencias, los deseos e incluso los amores vivan y mueran. Plantamos, arrancamos, enterramos. Secamos semillas, las sembramos, las mojamos, las cuidamos y cosechamos. En el jardín vemos cuándo es preciso que algo muera, reconocemos que el ciclo de la Vida/ Muerte/Vida es algo natural.

Tanto la naturaleza que da vida como la que se enfrenta con la muerte están deseando nuestra amistad y nuestro eterno amor. Tenemos capacidad para infundir energía y fortalecer la vida y también para apartarnos del camino de lo que se muere.”

Las crisis nos llevan para adentro, lo necesitamos, requerimos trabajar nuestro interior, aceptar esa alquimia de Vida y Muerte, atravesar el caos, y el vacío. Buscar la soledad ayuda para esa tarea, como también hay un momento de compartir lo que nos pasa con alguien que sabemos que nos puede contener, escuchar sin juzgarnos, a veces nuestra pareja, un amigo/a o quizás requerimos de un terapeuta.

Nuestra vida moderna, rechaza las crisis, solo quiere la felicidad superficial, la seguridad y todo bajo control, quiere que todo sea rápido, sin dudas ni vacilaciones, que las cosas sean o blancas o negras, o buenas o malas, siempre certezas.

Hay personas que cuando me van a pedir un turno para terapia me preguntan: ¿Usted hace terapia corta y rápida!!!? Y vienen con conflictos que acarrean de años, escapando, amparándose en la comodidad y vivir sin riesgos.

La tendencia de esta sociedad es calmar lo que duele, racionalizarlo, interpretarlo, medicarlo, aturdirlo,  pero no a resolverlo, vivirlo, aceptarlo y de ahí transformarse. A mis 20 años inicie mi terapia personal y la psicóloga que fui me dijo en la primera sesión: “Acá vamos a bajar al infierno para poder ver el cielo”. No lo entendí hasta muchos años después, pero por alguna razón, la frase me quedo grabada.

Transitar una crisis requiere tiempo, darse tiempo, darse permiso, sincerarse con uno mismo, ya que es posible que hayamos reprimido no solo muchas emociones, sino también nuestra esencia.

Y el miedo nos impide soltar y vernos quienes somos en realidad. La crisis nos trae un mensaje nuevo, no podemos saber de antemano de que se trata ni forzar el entendimiento.

Nadie puede predecir de qué va a tratarse el cambio. Seguramente  vendrá una comprensión más profunda de uno mismo y de los demás, o más libertad o nuevas amistades, u otra forma de ver la vida, quizás certezas y viejas relaciones quedará al descubierto y terminarán rompiéndose.

Se requiere mantener la mente abierta y aguarda hasta descubrirlo.

Las crisis nos dan la oportunidad de aprender, crecer, cambiar y madurar. Y requerimos tolerar el desmoronamiento y el  cambio de nuestro sistema de creencias. Es por ello que nos sentiremos perdidos, desesperados, vulnerables, desnudos, abatidos, enojados, culposos.

Llegará un momento que aunque externamente no haya cambiado nada, por dentro nos sentiremos diferente. Requerimos permitirnos  ver la crisis como un proceso fluido. En donde todo tiene movimiento y cambia de continuo. Y hay que saber que este profundo proceso doloroso y luminoso a la vez, en algún momento para.

Necesitamos confiar en el proceso y no resistirnos a la crisis. Hay que aceptar que la vida ya no volverá a ser igual que antes, pero esto no significa que será peor.

No será posible arreglar la situación como sea. La verdad es que no se puede controlar la crisis, hay que darse permiso para dejar de luchar y comenzar a fluir con lo que va a apareciendo y resultará liberador.

Y el sol renacerá.

Te puede interesar
Últimas noticias