martes 23 de abril de 2024

Naturaleza

Los carpinchos de Nordelta vs. los zorros del Nahuel Huapi

¿Qué hacer cuando la fauna y lo urbano se cruzan? ¿Es la misma situación la que se vive en Buenos Aires con la del área protegida patagónica? 

miércoles 01 de septiembre de 2021
Los carpinchos de Nordelta vs. los zorros del Nahuel Huapi

Por Cecilia Russo.

Los parques nacionales y áreas protegidas son parte de la sociedad donde vivimos. Por poner un ejemplo de esta convivencia, tapa de los diarios: el carpincho, en los últimos días, fue tendencia luego de que  vecinos de Nordelta –el complejo conformado por 23 barrios cerrados para cerca de 45.000 habitantes– mostraran su preocupación ante la notoria presencia de este animal.

En este caso, la proliferación de carpinchos en Nordelta es un ejemplo del desequilibrio generado en un ambiente natural por la urbanización. Hablar de una “invasión de carpinchos” no sería lo adecuado, ya que es una especie que era propia de ese ambiente: no que haya ingresado de manera forzosa.  

Lo mismo podría decirse del ejido municipal de Bariloche, el cual fue creciendo en conjunto con las delimitaciones y protecciones del Parque Nacional Nahuel Huapi. Y entonces es muy común observar entre las casas, autos y transeúntes, animales que pertenecen al ámbito silvestre.

“Seguramente los contextos y situaciones tienen sus diferencias, pero sin dudas algo ocurre en relación a los barrios o poblados muy pegados a espacios naturales, reservas  o áreas protegidas que hace que los animales se vean cada vez más cerca de los humanos porque la urbanización avanza. Y es ahí donde empiezan las visitas”, explicó a ANB la bióloga y referente del Departamento Conservación y educación ambiental del Parque Nacional Nahuel Huapi, Susana Seijas.

“Los animales no conocen de límites, no hay un cerco que divida al Parque de Bariloche, entonces van y vienen, pueden verse atraídos como parte de lo que ellos tienen que transitar y aparecen en la ciudad o en los barrios periféricos, por ejemplo, jabalíes, ciervos y zorros”, señaló.

Seijas contó que también puede ocurrir que “la gente los capture o los ingrese a las propiedades”. Y remarcó que “es algo típico de las ciudades que están muy íntimamente ligadas a las áreas protegidas”.

Más allá de que la situación en esta región se vea normalizada por el acercamiento al Parque Nacional, hay cuidados, comportamientos y advertencias que como seres humanos hay que respetar. Y la bióloga presentó como caso al zorro colorado, especie nativa de la zona.

“Como cualquier otro animal se habitúa a una pauta. En este caso, identifican a las personas como fuente de alimento. Eso se da en las familias de zorros porque las crías aprenden de sus padres. Entonces van a asemejar a la gente, a las combis que bajan en los miradores, a los autos, a las casas o a los campings con que ahí hay comida”, relató.

Y agregó: “para las personas es muy tentador tener cerca de un animal silvestre, hermoso y querer alimentarlo. Encima al zorro le gusta cualquier cosa, se va a acercar. Ahí es el problema. Ese comportamiento es difícil de revertir en los animales y lleva mucho tiempo”.

Esa actitud de las personas tiene dos efectos muy negativos: uno, relacionado con la salud, justamente porque los zorros pueden transmitir la rabia. Lo segundo que ocurre, es que al volverse tan habituales a los humanos, se acostumbran a andar entre los autos y pueden ser atropellados y aplastados. “Este año tuvimos un caso en la zona norte,  cerca de Lago Espejo, y es terrible porque condenamos al animal a sufrir e interferimos en su hábitat, que tiene que ser fuera de la ruta”, contó Seijas.

“Si uno pudiera espantarlos, mejor; que nos vean a nosotros no como beneficiarios. Se habituaron a nosotros y no nos temen, ya. Por eso, lo mejor es asustarlo, que vuelvan a su lugar”, remarcó.

Otra cosa que parece que las personas hacen bien y está mal es cuando en las zonas de áreas protegidas ven un animal que consideran herido y lo llevan para cuidarlo: “si uno está en la naturaleza disfrutando del día y vemos a un animal en problemas, tenemos que dejarlo en el lugar. Si es un pichón o un cachorro, los padres seguramente están cerca, entonces no hay que tocarlo. Si es un adulto que nos parece enfermo, también hay que dejarlo. Le hacemos más daños si los recogemos y le sumamos, a lo que le puede estar pasando, el estrés de trasladarlo y nos ponemos en riesgo nosotros. Estamos interviniendo en un ciclo natural, no los vamos a ayudar de esta manera”, manifestó la referente de Parques.

El impacto de las especies exóticas

Así como el carpincho en Nordelta, la presencia de animales y plantas silvestres enseguida en captura la atención de una gran parte de la sociedad. Y como parte de la naturaleza humana, enseguida se quiere tomar intervención.

De esta manera, se han disipado a lo largo de los ecosistemas del mundo, especies exóticas que han acabado – o están en ese camino – con la fauna y la flora nativa. Este hecho se ha convertido en el mayor problema en los parques nacionales, considerando el impacto ambiental.

“Es una situación que ocurre y también es por causa de los humanos que intervenimos. Hay especies exóticas que están desde hace muchísimos años, incluso antes de la formación del parque nacional, y después llegaron otras; tenemos más 170 especies, no todas de carácter invasor”, expuso Seijas.

Y añadió: “es uno de los principales problemas de conservación en el mundo y atenta contra la biodiversidad nativa, porque justamente las invasoras le ganas lugar a las nativas”.

La invasión de pinos se ha convertido en una problemática a combatir en el Parque Nacional y en Bariloche.

De flora, históricamente, en el Parque Nacional se encuentran la retama, la rosa mosqueta y las coníferas exóticas, como los pinos. “Pero ahora tenemos nuevas invasiones, como una planta carnívora en Puerto Blest, el perejil gigante, los cerezos o guindos, el serval del cazador, la madreselva, la zarzamora, el tojo que se usó mucho para hacer cercos para las casas. Todo eso se usó bajo otros paradigmas de conservación, para cerrar lugares o porque son lindas; hay muchas motivaciones que hace que haya exóticas en las ciudades”, indicó.

“El tema es que después se instalan, se sienten cómodas y empiezan a avanzar; ahí, desplazan a otras especies y traen conflictos sistémicos”, declaró la bióloga.

En cuanto a los animales, el ciervo colorado, el jabalí europeo y el visón americano son las tres especies de fauna más invasora, que están instaladas y presente en el Parque y en el ejido municipal. Son poblaciones estables.

Perros no

Otras de las problemáticas con las que conviven las especies silvestres del Parque es a causa del ingreso de mascotas, sobre todo en el área de senderos, lo cual no está permitido. “hay una interferencia negativa entre, principalmente, los perros y la fauna silvestre. Y también está lo que puede implicar que ese perro ande suelto por el Parque para su seguridad”, apuntó Seijas.

“Nuestra sociedad no se adhiere mucho a las medidas, mucho menos si son restrictivas. No estacionar, no prender fuego; justamente, en general ocurre lo contrario y creemos que tenemos la situación controlada. Con los perros pasa lo mismo”, expresó.

Y continuó: “tenemos experiencias con los pudú, que es la especie dentro del Parque Nahuel Huapi más afectada por la presencia de perros. Y eso ocurre cuando el animal está fuera del control del dueño. Ahí el enemigo somos nosotros que dejamos que la mascota haga lo que quiera”.

“Sabemos que hay personas que son súper cuidadosas y responsables pero en principio, lo que estamos viendo y los resultados que tenemos, es que ocurre eso por el desmanejo de los dueños sobre sus mascotas y por eso no está permitido su acceso a las áreas protegidas”, finalizó la bióloga. (ANB)

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