jueves 28 de marzo de 2024

Un gigante abandonado: 15 años de incertidumbre para el hotel Vuriloche

Fue construido en los años 40, pero en 2003 cerró sus puertas. A fines del año pasado se concretó su venta. ¿Cuál será el futuro del edificio?

sábado 17 de noviembre de 2018
Foto: Emiliano Rodríguez.

Por Claudia Olate

Un gigante de cemento que hoy, a pesar de estar ubicado entre otros edificios de gran magnitud, como Capitalinas, sigue siendo imponente. Cinco pisos y cien habitaciones hicieron del hotel Vuriloche uno de los establecimientos turísticos más grandes de la ciudad en aquella época en la cual se levantaron sus paredes.

Se construyó en la década del ‘40 a pocas cuadras del Centro Cívico, en la avenida Bustillo al 1,300. El lugar ya era increíble por sí solo. Lejos de las construcciones que 70 años después forman parte del paisaje urbano, el hotel se erigió sobre una pequeña loma que le daba un aspecto todavía más imponente y una vista que quitaba el aliento de quienes llegaban a conocerlo.

Durante el gobierno de Juan Domingo Perón, el hotel pasó a manos del Estado para finalmente, ser de la obra social para la actividad docente, Osplad bajo la cual se mantuvo su explotación comercial hasta mayo de 2003, cuando fue cerrado por no poder afrontar las inversiones que requería.

Fuentes de la obra social indicaron a ANB que hace 15 años, una inspección determinó que se debía cambiar el sistema de calderas del edificio, y esto implicaba un gasto para lo que la obra social no estaba preparada.

Así fue como intempestivamente cerró sus puertas y solo un pequeño número de la gran cantidad de empleados que tenía permaneció en el edificio con tareas de mantenimiento durante 14 años.

Durante esos años no fueron pocos los rumores sobre su posible destino. “González Robinson quiso instalar el Sanatorio del Sol pero siempre hubo trabas”, indicaron a ANB. Aparentemente, la falta de espacio para estacionar fue uno de los impedimentos, a pesar de que a pocos metros funcionara otro nosocomio con dimensiones similares para vehículos.

Una clínica. Un geriátrico. Otro hotel. El último de los destinos posibles para el edificio de más de 6.500 metros cuadrados fue albergar la Escuela de Hotelería en una parte y la otra destinarla a hospedar clientes. Este proyecto fue uno de los que más avanzó, ya que contó con el aval del entonces ministro de Educación Marcelo Mango, pero tampoco prosperó más allá de un recorrido y visita por el lugar.

Finalmente, tras varios rumores, se confirmó la venta del edificio a un grupo inversor entre los que se encuentra el empresario local Roberto Giglio. En diciembre de 2017 se habría cerrado la millonaria operación, aunque no trascendieron mayores datos sobre los números que se manejaron.

El edificio que además incluye la casa histórica “Gloria”, construida en la década del 20 para el artista Osvaldo Lauersdorff quien llegó a la ciudad como turista y fascinado con el entorno, compró una porción de tierra a la familia Runge, donde con una arquitectura diferente a la típica de la época y el lugar, levantó la vivienda que permanece allí.

En los primeros años del hotel, fue la casa de los dueños y luego varió en sus usos. Actualmente la utiliza la Universidad Nacional de Río Negro, aunque las fuentes consultadas por este medio indicaron que aparentemente a fin de año se vencería el comodato y los nuevos propietarios del hotel, la habrían pedido. “Hay rumores de que la ofrecieron para restaurante”, indicaron.

Giglio confirmó la transacción inmobiliaria, en diálogo con ANB. “Efectivamente participamos como inversores en un proyecto inmobiliario”, afirmó el empresario y añadió que “a todos en la ciudad nos causaba expectativas porque era una lástima que esté cerrado”.

El empresario no confirmó cuál es el proyecto sobre el que trabajarán aunque sí manifestó que “no está descartado que vuelva a ser un hotel, aunque se habló de un desarrollo urbanístico”. Giglio remarcó de todas maneras que el estado de abandono del edificio implica una millonaria inversión, sea cual sea su futuro.

“Lamentablemente no fue el mejor momento para la compra. Esperemos que vengan épocas de mejor contexto económico para poder afrontar la inversión y que no nos signifique una pérdida”, señaló.

El hotel permanece con sus decenas de ventanas cerradas. Solo un par de persianas abiertas dan la sensación de que todavía hay vida adentro. Muchas de las ventanas están tapiadas y en la puerta principal, un cartel amarillento por el paso del tiempo anuncia “hotel cerrado temporalmente”. Una temporada que ya lleva 15 años. (ANB)

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