lunes 18 de marzo de 2024

Rosa de las Nieves, treinta años de sacrificio vendiendo diarios

Es una de las canillitas de la ciudad y como sus compañeros, la pelea día a día para sobrevivir con el oficio que heredó de su madre.

martes 20 de junio de 2017
Rosa de las Nieves comenzó a vender diarios cuando tenía menos de 14 años.
Foto: Emiliano Rodríguez.
Foto: Emiliano Rodríguez.
Por Claudia Olate

A las 6,30 de la mañana sale de su casa, no importa si hace frío o calor. Sólo descansa cuatro días al año, y durante los otros 361 camina interminables cuadras para entregar los diarios a los clientes que ya logró afianzar con sus más de 30 años de trabajo. Rosa de las Nieves Cabral es canillita desde que tiene memoria prácticamente, porque su mamá lo fue y ella heredó el oficio.

Rosa cuenta que tenía menos de 13 años cuando comenzó a recorrer las calles junto  a su mamá, de la que también heredó el nombre. Hoy, 30 años después de aquellas primeras salidas, sigue yendo muy temprano a buscar el diario hasta el Ñireco y desde allí comienza el camino que recorre todos los días.

En total, la mujer vende unos 80 o 90 diarios por día, aunque “en el último tiempo disminuyó mucho porque cada vez está más caro y además con internet, muchos leen desde el celular”, sostuvo.

En Bariloche hay alrededor de 7 u 8 canillitas. “Antes había más”, dice Rosa pero admite que es un trabajo duro y que además muchos jóvenes que empiezan, no aguantan las condiciones. Los que están, “somos los de siempre”, indica. Cada uno tiene un recorrido armado y en base a eso, arma su caminata diaria. Su madre, con más de 70 años en los hombros, continúa saliendo a vender diarios. Por el oficio, pero además, porque hace 10 meses perdió a su compañero, padre de Rosa de las Nieves y de otros 4 hermanos, “y salir, la ayuda a despejarse”, resume la canillita con su campera del diario regional.

Rosa agradece que sus clientes siempre le ofrecen "un cafecito para pasar el frío". (Foto: Emiliano Rodríguez)

Rosa de las Nieves tiene dos hijos que son su orgullo. Los crió sola, con la ayuda de sus padres, pero siempre con el mayor de los esfuerzos. “Siempre voy a estar agradecida porque gracias a ser canillita pude crialos”, dice sin dudarlo. Ella no quiso repetir la historia y no permitió que los jóvenes siguieran sus pasos: “yo insistí para que estudien y tengan otra vida” y se le iluminan los ojos cuando relata que cada uno tiene su trabajo y su casa.

El sacrificio de ser canillita implica además, soportar las inclemencias del tiempo, siempre caminando, o en bicicleta, bajo el sol, lluvia, nieve o viento. Rosa recuerda que antes el clima era más “bravo” y durante el invierno se complicaba todo porque nevaba mucho. Ahora, por fortuna, “con unas botas de goma me arreglo”, afirma con sencillez.

Rosa tiene bastante abrigo puesto, los días de viento y bajas temperaturas, suele usar chalecos de lana y una campera de polar para no sentir tanto frío. Además, en cada lugar al que va a dejar un diario, suelen convidarle algo. “Mis clientes son buenísimos, siempre me dan un café, o algo calentito”, cuenta y añade que además, para el Día del Canillita, que se conmemora cada 7 de noviembre, suele recibir varios presentes.

Rosa vende alrededor de 80 diarios por día, entre el regional y el local. (Foto: Emiliano Rodríguez)

Rosa además entrega diarios en su casa también, porque ya todos los vecinos saben que en Brown y Elordi vive la canillita hija de una mujer con la misma profesión. Pero Rosa no es de las que se quedan muy tranquilas, y además de trabajar de lunes a lunes, con cuatro francos anuales (Día del Trabajador, Día del Canillita, Navidad y Año Nuevo), los fines de semana arma una feria y vende cosas allí.

“Me gusta tejer”, cuenta, así que en la feria suele vender producción propia de gorros, medias y bufandas, pero además, tiene una hermana que viaja a Buenos Aires con periodicidad y ella trae cosas para vender también.

Pasaron más de 30 años desde que Rosa salió a vender diarios por primera vez, pero ella sigue con la misma energía que siempre. Su trabajo le demanda fuerza para cargar el bolso con los 80 ejemplares con los que sale, y para caminar las incontables cuadras que hace cada día, pero ella no duda en agradecer porque “así pude vivir todos estos años, rebuscándomelas, pero logré criar a mis hijos y seguir”, dice y con una sonrisa de esas sinceras de verdad, añade que continuará “hasta que el cuerpo me lo permita”.  (ANB)

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