viernes 29 de marzo de 2024

¿Cómo funciona la vida? ¿Hay leyes ocultas que la rigen?

Indagando la Ley de la Contradicción.

domingo 14 de mayo de 2017
Las búsquedas internas deben traernos paz y no tensión.
Imagen ilustrativa.
Imagen ilustrativa.

Entiendo que en la vida existen ciertas leyes físicas que rigen nuestro vivir, pero también hay leyes que rigen nuestro estar y el sentido de existir. E infiero que una de estas leyes es la que denomino “ley de la contradicción”. 

No me refiero a las contradicciones humanas basadas en la ignorancia, o falta de reflexión o simple soberbia, como cuando alguien se queja de lo desastroso del tráfico y luego minimiza sus faltas de tránsito, o quienes hablan de la violencia y la discriminación y después se ríen o rechazan a quien es diferente ya sea por su nacionalidad, inclinación sexual o aspecto físico. O sea no me refiero, a las contradicciones de los que no logran ser coherentes consigo mismos, o lo que dicen no coincide con lo que hacen.  Tampoco describo esas  contradicciones cuando decimos que queremos algo, que supuestamente lo buscamos, pero no arribamos porque un tanto inconscientemente nos obstaculizamos, nos auto-boicoteamos.

Las contradicciones a las que haré referencia es a cómo se dan las cosas en la vida, es algo más externo a nosotros y que se relaciona con cómo funciona esta existencia, que no es lógica, o tiene una lógica diferente a la que estamos acostumbrados. Es curioso cómo a veces nos proponemos “planes, objetivos”, le ponemos energía  y la vida los desbarata. Es muy posible  que lo que  no podemos ver es que la vida nos propone otro “plan” (que debido a nuestra ceguera o testarudez no lo podemos ver), y que quizás el que te desbarató, te lo da luego, a su tiempo, cuando ya casi te olvidaste.  He vivido muchas de esas contradicciones en mi vida.

Al principio tendía a pensar que la vida es injusta y había que aceptarla así, si es que  mínimamente quería vivir bien. Y a medida que fui madurando comencé a pensar que es un despropósito cósmico creer que la gran mayoría de las cosas que nos pasan, las consideremos o un castigo, o un sin sentido. Me negué a pensar las cosas de esta manera, y esto no fue sin crisis, porque me sentía muy cómodo con el pensamiento filosófico de los existencialistas ateos que mantienen que hay una injusticia universal, que estamos arrojados a una vida sin sentido, y que nosotros le debemos dar un sentido personal para  vivir bien. 

A partir de varias experiencias que viví, me  incliné a pensar primero que es difícil emitir un juicio por todas las cosas que pasan (y nos pasan), que en general no tenemos la capacidad de ver todos los aspectos presentes en una situación, no vemos el rompecabezas completo como para poder comprender en su totalidad un hecho y juzgarlo. Así llegue a ubicar las situaciones que no entendía en “el misterio”. Misterio que quizás se aclare con el tiempo o no, pero que iba a evitar el juzgar positiva o negativamente un hecho, solo aceptarlo como algo que sucede, que me puede sorprender, doler o dar placer, pero eso es independiente, no porque no me guste debe ser algo negativo. Incorporando la idea de misterio, acepté más mi ignorancia sobre el porqué suceden determinadas cosas en la vida, y así solté esa soberbia intelectual de querer entenderlo todo, y me acerqué más a la humildad, y aflojar mi mente que de todo quiere un porqué y además “tener razón”.

Una de mis vivencias de contradicción, fue con la meditación. Intuía que era algo positivo, que servía. Busqué maestros que me enseñaran a meditar, leía libros, practicaba. Pero no lograba sacar nada en claro, no podía incluir esta práctica en mi vida cotidiana, se transformaba en una exigencia, una frustración, un imposible. Y lo peor, que cada vez me encontraba con más gente que meditaba, hasta los miembros de mi familia lo hacían. Hasta que un libro de Clark Strand “Meditación sin gurús” me decía: que la meditación no servía para nada, que es como una afición, que uno lo hace solo por placer, que la meditación no te brindará ni paz personal, ni paz en el mundo, ni mayor autoestima, ni ningún mensaje de otro mundo, ni se resolverá ningún problema, ni mejorará la salud. Clark decía que el que se cree un experto en la meditación, es porque no entendió el sentido de la meditación, porque el que medita siempre es un principiante con su frescura e inocencia.

Cuando entendí que puedo crear mi propio método de meditación, y que sólo es para frenar un poco el empuje de la vida, que lo hago cuando quiero, en cualquier posición y con la duración que se me antoje, ahí fue cuando pude empezar a mantener cierta regularidad en la meditación y gozar de ella. Meditar no sirve para nada y allí radica su gran poder, porque me equilibra ya que vivo en una sociedad utilitaria en donde todo debe servir para algún fin, siempre hay que lograr algo, hay que sacarle provecho a las cosas y si da plata mejor, la sociedad de los resultados. Por eso cuando alguien me pregunta si es bueno meditar, nunca sé bien qué responder. Mientras medito estoy en el instante presente, y claro que en el presente no hay ansiedad, todo es real, no hay fantasías y se vive lo que se siente en ese momento, sea angustia, tristeza, gozo o vacío. Pero es lo que me sucede a mí.

Así que sigo pensando que quien quiera incursionar en la meditación sólo tiene que hacerlo por placer, sin ningún tipo de expectativas, ni deseos. Meditar es perder el tiempo, y en una sociedad que mantiene que el “tiempo es oro”, es muy posible que meditar te equilibre, pero no es una seguridad.

Por eso la Meditación entra en mi vida como contradicción, es un hacer sin hacer. Y puedo vislumbrar que el camino a la felicidad también es una contradicción. Tiendo a pensar que tenemos demasiadas expectativas con la vida, demasiados deseos nos llevan a muchas frustraciones. Muchas personas se quejan de que no encuentran algo que las apasione y ya no saben qué hacer o por dónde buscar, y no pueden ver que quizás sin tanta pasión puedan vivir apaciblemente desde la contemplación, y así, sin tantas sacudidas puedan disfrutar de los valle de la vida, la existencia pura, nada es tan importante, y puedan estar más cerca de su corazón y escuchar su mensaje. A veces la felicidad no está tan lejos como uno cree.

Por mi parte me considero un buscador, pero sé en el fondo, que los logros de esa búsqueda nunca serán del todo satisfactorios, ya que cuando uno obtiene algo, esa felicidad momentánea dura poco, un tiempo limitado y se termina cayendo. Lo que pasa es que a mí me gusta la búsqueda, disfruto ese proceso, el placer de ese tránsito es la clave, pero intento que sea una búsqueda sin expectativas, sin tanto deseo, es como esperar que eso que busco más bien me encuentre a mí y me sorprenda. Si la búsqueda me hace sufrir, poner ansioso, es seguro que no es mi camino, y sé que debo cambiar, siempre es un peligro aferrarse demasiado a las búsquedas, como a las ideas o a las personas. Buscar sin esperar, esto hace que se produzca esa contradicción de tomar y soltar, de proponer y retirarse, de buscar y a la vez dejar que las cosas vengan a uno, que en general no son las que uno quisiera, pero son las que necesitamos para evolucionar, no puede haber error cósmico en esto. La vida tiene leyes, y para eso estamos, para descubrirlas y así fluir con ella y no que todo sea una lucha, un estrés. Hoy comparto esta Ley de la Contradicción, e intuyo que hay otras que nos ayuden a fluir, como la Ley de la amistad, la Ley del desapego, la Ley del cambio, la Ley de crear, y la Gran Ley del Amor que es esencial para Vivir Bellamente.

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