sábado 20 de abril de 2024

Léelo si sos hombre (y si sos mujer, también)

¿Qué significa ser hombre hoy? El psicólogo Gustavo Marín muestra los nuevos desafíos, y los cambios que se pueden afrontar.

domingo 18 de septiembre de 2016
Léelo si sos hombre (y si sos mujer, también)

¿A quién le puede interesar este artículo? Quizás más a las mujeres, que son más permeables a los cuestionamientos, a ver quiénes somos y cómo vivimos, cómo podemos mejorar. Pero mi deseo es que lo lean los hombres también, creo que lo necesitamos con urgencia. Es que es difícil entender al hombre de hoy.

Los hombres y las mujeres no siempre han tenido los mismos ideales y se han comportado de la misma manera a través del tiempo. Luego de la segunda guerra mundial, las cosas cambiaron bastante, la muerte y la barbarie sin sentido nos dio un sacudón. En la década del 60 surge el feminismo con más fuerza, se lucha por la igualdad de derechos, y aparece la “cultura adolescente”, una contracultura.

Los modelos cambiaron, el ser joven y ansiar la libertad de acción y pensamiento pasó a ser el modelo en contraposición a la “cultura adulta tradicional”, y surge el rock, los jeans, las zapatillas, el hipismo, lo unisex. Y la mujer tuvo espacio para cambiar, gozar de su sexualidad libremente y la píldora le permitió controlar su maternidad; podía decidir otro destino, que no fuera casarse o cuidar a sus padres. Podía salir sola, fumar, beber, administrar su dinero, estudiar, tener trabajo de hombres.

Esto también llevo a una nueva forma de relación de pareja, más horizontal, con nuevas pautas de convivencia. Y los hombres también fueron acompañando ese proceso, además se dieron permiso para salir de la formalidad, usar el pelo largo, elegir otro trabajo que no sea el heredado del padre, oponerse a la guerra y la violencia, usar pantalones ajustados sin sentirse menos varonil, también tener otra comunicación con sus hijos participando de la crianza, cambiando pañales y permitiéndose ser suave.

Este hombre golpeado por la guerra, que fue al ritmo de los cambios de la mujer, que es el primero que hoy va a terapia para tratar de entenderse y resolver sus conflictos, sigue conviviendo con resabios del hombre tradicional, que todo lo puede, que niega sus emociones, que solo piensa en trabajar y que el dinero resuelve todo, que solo quiere que lo obedezcan, que nada cambie, que se reúne con otros hombres, pero solo para sentirse más macho. Este hombre es el clásico del “caballero de la armadura oxidada”, que, cuando llega a su límite, se enferma, o la familia lo deja, y/o se deprime y a veces se deja morir.

Así que no podemos hablar de un solo modelo hombre, hay muchos modos de Ser hombre. Hay hombres tipo Superman, tipo Gandhi, tipo Peter Pan, tipo Homero Simpson, tipo John Lennon, tipo Woody Allen y todas las combinaciones entre estos.

Aun así los hombres que han perdido autoridad luego de la segunda guerra mundial, siguen ocupando los puestos de poder, y se siguen muriendo antes que las mujeres. Robert Bly autor de “Iron John: Un libro sobre los hombres” (1990), dice que muchos hombres pueden decirles a sus parejas: “Puedo sentir tu pena, considero tu vida, te cuidaré y consolare”, pero puede no saber que quiere para su vida. Bly, que ha dedicado su vida al estudio de la masculinidad y el trabajo con grupo de hombres, dice que ni el hombre duro tradicional, ni el flexible que fue acompañando el cambio de la mujer, hoy es feliz. Bly dice que a los hombres hay algo que nos ha quedado en el camino. Dice que existe una “masculinidad profunda”, que no viene de una vertiente femenina, ni tampoco tiene que ver con la masculinidad superficial del macho alfa y la fuerza bruta. Esta masculinidad profunda es la que debiéramos explorar, pero todavía los hombres no nos damos el suficiente permiso, todavía estamos atrapados en mandatos de ser proveedores, de ver como salimos del conflicto de no caer en la sumisión y dependencia de la mujer, y tampoco querer dominarla. Y cuando nos juntamos con otros hombres, nos cuesta salirnos de los temas clise de política, fútbol, logros y quejas y conquistas femeninas. Cuando vi la película británica “Héctor y el secreto de la felicidad” (2014), entendí que esa es la búsqueda de esa masculinidad profunda, búsqueda que en general no es entendida ni avalada por la sociedad de consumo, que no es para aislarse del mundo, que no es una vacación temporaria, que no es para buscar una nueva mujer, un nuevo trabajo.

¿Qué quieren los hombres hoy? Creo que no sabemos lo que queremos, pero necesitamos averiguarlo. Y quizás empezando a hacernos preguntas: ¿Qué pasa con mis momentos de soledad? ¿Hay silencio y espacio en mí vida? ¿Qué pasa con mis propios sueños? ¿En qué me siento atrapado? ¿Cómo me siento con mi padre? ¿Qué pasa con mi libertad? ¿Cómo me siento con mi grupo de amigos varones? ¿Qué deseo para mí hijo? ¿Qué pasa con el compromiso con mi comunidad? ¿Cuándo fue la última vez que me fui de viaje solo? ¿Qué deseaba de niño? ¿Qué busco en el sexo?

La mujer de hoy se expresa, sale a la calle cuando es víctima de violencia o discriminación, pide ayuda (el 80% de la población que hace terapia son mujeres), se atreve a decir que no quiere ser solo madre y solo esposa y busca en su círculo de mujeres apoyo y re descubrir su verdadera identidad. Pero los hombres nos quedamos a mitad de camino, sabemos que sufrimos tanto como cualquier mujer, pero lo seguimos ocultando, hasta que nos estalla una enfermedad. Nos quejamos por el tránsito, la política, el trabajo, pero no por no ser feliz. Nos sentimos huérfanos, perdimos contacto con nuestro niño interno, nos seguimos tomando la vida muy en serio, nos sentimos cargados de responsabilidad y culpas, solo tenemos algunos recreos que a veces se vuelven escapes, compulsiones o adicciones.

Está claro que para que haya un cambio en la sociedad, para que sea más justa y enriquecedora, no solo sirve que la mujer encuentre su identidad femenina y cambie, el hombre también debe cambiar, pero de otra forma. Los hombres se tienen que permitir una búsqueda personal, poder poner entre paréntesis lo que se espera de él; y pensar que madurar no tiene que ver con ser serio, productivo, exitoso, brindar seguridad a la familia, o ser autosuficiente. Madurar es sentirnos libre, es poder vivir la vida como una aventura y salir de la cueva, es saber que no todo pasa por tener plata, familia, pareja, trabajo y recreos; madurar es darnos permiso para transitar nuestra crisis particular, y hablar sin inhibiciones de lo que nos pasa, poder ser amoroso sin perder autoridad y fuerza.

Tenemos que darnos permiso para buscar eso que nos falta que le da sentido a la vida, para tener ganas de vivir y hacer honor a la existencia, y así aprender a tratarnos bien y ser un guardián de la vida en armonía con la naturaleza.

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