jueves 25 de abril de 2024

Lo difícil de aprender a bailar

Una comparación de la política argentina con el tango, bailado de a dos, en consonancia. La capacidad de algunos funcionarios de coordinar con el nuevo gobierno, y la resistencia de muchos otros pueden afectar al país.

domingo 11 de septiembre de 2016
Foto: ilustrativa.

La política se hace de a dos, como el tango. Los gobiernos provinciales junto al nacional parecen interpretar el ritmo del 2x4, pero todavía están dando sus primeros pasos. Muchos creyeron que a esta altura ya estarían listos para salir a la pista, pero todavía no están tan cómodos.

Hay dos maneras de tratar de entender esto. Una subestimación sobre la famosa herencia o una sobre estimación de expectativas mirando más el futuro que el presente. Prefiero interpretarlo como una combinación de ambas. El costo político de asumir un país muy deteriorado en varios aspectos, compartiendo un poder tripartito tras muchos años (Ciudad, Provincia y Nación) y con una nueva red de gobernadores hace que este costo sea elevado. El tiempo dirá si eso se convertirá en una crisis, o será meramente temporal.

Si bien las provincias en líneas generales mantienen una relación cordial con Casa Rosada, hay casos que son algo ambivalentes. San Luis, Santa Fe, Santa Cruz y La Pampa, son alguno casos que tensan la relación muchas veces. Lo más llamativo de aquellos que son nuevos en sus funciones, es que en algunas provincias todavía se mantiene una bi conducción. Los ex primeros mandatarios siguen de cerca la gestión de los nuevos desde el Congreso o desde oficinas “prestadas” dentro de las respectivas casa provinciales.

La renovación dirigencial se está dando y eso es bienvenido. Estas dirigencias, inclusive la del propio Macri que casi está cercano a los 60 años, podrían quedar en la historia del país por ser la generación que aportó al cambio dirigencial. La política de a poco lo va haciendo, las empresas son las próximas. El sindicalismo todavía está un poco atrasado. Lo más preocupante en todo caso es que haya dirigentes que sean jóvenes pero que conserven las formas de la vieja política. Existen, por eso lo menciono. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

Eso conlleva al cambio de un paradigma como es la forma de hacer política. Modificar las formas no es de un día para el otro. Palabras como gobernabilidad que se ha hecho bastante normales por estos tiempos, deberían pasar al olvido en el vocablo de los argentinos en un par de años. Porque se debería sobre entender que el diálogo, la crítica constructiva y la responsabilidad compartida (porque la oposición también hace a un gobierno) deberían ser las herramientas básicas de la democracia que viene.

Y mucho más cuando por primera vez, las generaciones más jóvenes tienen otros intereses y otras demandas. Hoy ya no manejamos recursos, sino inteligencias. Si no sabemos procesar o al menos formarnos para procesar toda la información que el mundo nos arroja permanentemente (que cada vez es mayor) no avanzaremos como mundo, ni siquiera como sociedad.

Volviendo a la cotidianeidad que nos rodea, me da la sensación que a veces estamos esperando ver “cuando pisan el palito”. La intolerancia no ayuda. La magnitud de temas que hay que gestionar, la falta de experiencia (algunos tienen falta de capacidad, pero son los menos) y eterna falta de acuerdo para pensar un país a largo plazo producen un escenario más complejo.

La sociedad está politizada. Eso puede ser bueno y malo al mismo tiempo. Pero lo cierto es que cada vez está más ávida de información, cada vez se compromete más con los debates y al mismo tiempo empieza a madurar una forma de ser que abraza la idea de no darle lugar a la discusión sin sentido. Si a la conversación. Las críticas solo para tener un título en la portada de los diarios, que en el fondo no dura más que un día, ya está pasando de moda. Ojalá que aprendan a bailar el tango lo más rápido posible; hay muchas expectativas puestas en las parejas. 

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