viernes 19 de abril de 2024

Tiempo de aves gigantes

domingo 03 de abril de 2016
 Foto: Asociación Paleontológica Bariloche.

Por Ari Iglesias (*)

Cuando hablamos de fósiles de tamaño descomunal en la historia de la vida, rápidamente pensamos en los grandes reptiles del periodo Mesozoico (entre los 250 y 65 millones de años). Luego de la extinción de los gigantes dinosaurios, los mamíferos dominaron el gigantismo por mucho tiempo, en lo que es denominada la Megafauna Terciaria. Pero pocas veces se hacen referencia a las grandes aves que vivieron en esas épocas remotas y de las cuales tan magníficos fósiles se conocen.

Uno de los hallazgos más recientes fue realizado por una paleontóloga de la Universidad Nacional de La Plata (la Dra. Carolina Acosta-Hospitaleche) en una campaña antártica liderada por Argentinos en el 2013. Se trata de un pingüino gigante de 1,7 metros de altura (pero más de 2 metros de la cola a la  punta del pico) y unos 115 kilogramos de peso, que fue hallado en sedimentos de 35 millones de años en la Isla Marambio (Península Antártica).

El nombre de semejante pingüino es Palaeeudyptes, del que hasta el momento se conocen fósiles en Antártida, Australia, Nueva Zelanda y el Sur de Chile (cerca de Río Turbio). Pero los nuevos fósiles descubiertos son más completos y dan una mayor dimensión de las tallas que alcanzaron estas aves.

Estas formas eran probablemente de los mayores pingüinos que existieron, siendo las menores del tamaño de un pingüino emperador actual (que llegan a 1,3 metros de altura y 45 Kilos). Los fósiles fueron hallados junto a otras 14 especies de pingüinos de tallas menores lo que indica una alta diversidad de estas aves durante ese periodo de tiempo para el norte de la península antártica.

En el 2013, fueron hallados restos de pingüinos de tallas mucho menor, pero muy cerca de la localidad de El Bolsón, en rocas marinas del Cerro Plataforma de 23 millones de años (Mioceno). Este es un registro muy raro al proceder de rocas actualmente a 1.400 metros sobre el nivel del mar y ubicadas a 500 kilómetros de la actual costa Pacífica. Sin duda la elevación de la cordillera andina tiene una larga historia para contarnos sobre estos registros de aves marinas nadadoras.

¿Son las aves de climas fríos las más grandes ? 

Pues la respuesta es no. El registro fósil nos muestra que el gigantismo ha ocurrido independientemente del grupo de aves y de los climas del pasado. Un extremo interesante lo constituye el registro fósil del buho más grande que se conozca, con casi un metro de altura.

Los fósiles fueron originalmente descubiertos en sedimentos de hace 10.000 años en la Isla de Cuba por un paleontólogo en el año 1950. Se trata del Ornimegalonyx, un búho cursorial (caminador) gigante que se conoce de varias localidades fosilíferas de Cuba. Este búho gigante tenía cerca de 1,1 metro de alto y pesaba 9 kilogramos (bastante pesado para un ave voladora) y debido a que sus alas y su quilla en el esternón (lo que conocemos como pechuga) eran reducidas, este búho gigante podía volar solamente distancias cortas. Es probable que el búho volara sólo cuando estuviera extremadamente presionado a hacerlo, y que más a menudo prefiriera correr, como hoy lo hace una gallina o un pavo. Tenía piernas muy largas para el tamaño de su cuerpo y de una constitución poderosa las cuales le permitían cazar sus presas a la carrera.

En otro, registro del norte de Chile, los paleontólogos hallaron el Pelagornis chilensis, una gigantesca ave marina planeadora, similar a un albatros actual (similar a una gaviota gigante). Los fósiles fueron recuperados en rocas del Mioceno (16 millones de años). Su esqueleto casi completo tiene 5,2 metros de envergadura alar y un cráneo de 45 centímetros de longitud, con unas poderosas mandíbulas con un fuerte aserramiento como si fueran dientes, que le otorga una apariencia terrible.

Y… ¿en Patagonia ?

Uno de los registros más espectaculares, aunque con pocos fósiles conocidos, corresponde al ave de mayor tamaño conocida en la historia del mundo, y es argentina. Su nombre científico es Argentavis magnificens (ave argentina magnífica), una especie extinta de ave del grupo de las cigüeñas.

Los restos fósiles fueron encontrados en Salinas Grandes (Provincia de La Pampa) en el año 1979 por los paleontólogos argentinos Eduardo Tonni y Rosendo Pascual, y se cree que se extinguió hace 6 millones de años (periodo Mioceno), llegando a vivir en las llanuras del norte de Patagonia. Se estima que pudo llegar a tener una envergadura de alas de 8 metros, con plumas remeras que llegaban al metro de largo y un peso total de unos 70 kilogramos. Siendo una gigantesca ave, lo más probable es que el Argentavis se aprovechara de las presas cazadas por otros carnívoros, un hábito frecuente en los actuales buitres americanos.

Actualmente las águilas europeas llegan a pesar 4 kilogramos y levantar presas de hasta 17 kg. Esto sugeriría que el Argentavis, con ayuda del viento, podría levantar presas de más de 150 kg. No obstante el registro fósil de esta ave permite reconocer que si bien tenía unas gigantescas patas, estas eran débiles y no podrían haber sido muy útiles para elevar sus presas.

Sus dimensiones gigantescas han cuestionado por mucho tiempo cómo sería posible que estas aves remontaran vuelo. Investigadores del Museo de La Plata (entre ellos el Dr. Sergio Vizcaino) han comprobado gracias a modelos computarizados en el 2003 que su vuelo habría sido facilitado por el relieve llano alternado con elevaciones y un régimen casi constante de vientos para esos millones de años. Esta enorme ave podía levantar el vuelo de modo semejante a los actuales planeadores, con cortas carreras contra el viento y con las alas extendidas. También se lanzaría como un aladelta, desde lomas y colinas. Una vez en el aire, de un modo semejante a los actuales cóndores y buitres, aprovecharía las corrientes térmicas ascendentes con las cuales seguiría planeando fácilmente hasta los 1000 metros de altura sin necesidad de batir sus alas.

 ¿Y en la región de Bariloche?

Muy cerca de Bariloche se encuentra el pueblo de Comallo (Río Negro). Esta localidad se encuentra directamente asentada sobre un yacimiento fósil de extremada riqueza.

En el año 1999, un joven estudiante de 15 años de esa localidad (el Sr. Guillermo Aguirrezabala) halló en rocas expuestas cerca de la estación de tren de Comallo, un gigantesco cráneo de ave y algunos huesos más de lo que fue denominado el Kelenken guillermoi.

Los fósiles fueron llevados al Museo Paleontológico Bariloche, en donde fueron debidamente preparados y limpiados y pueden ser observados hoy expuestos en su exhibición. Estos restos fueron estudiados por paleontólogos argentinos (Las doctoras Sara Bertelli y Claudia Tambussi y el Dr. Luis Chiappe) y publicado en la prestigiosa revista Science en el año 2006, donde dedicaron el nombre al joven que halló el fósil.

-La historia quiso que ese joven se interesara por la paleontología, viajó para estudiar paleontología en la Universidad de La Plata y hoy trabaja en la Sección de Paleovertebrados del Museo de Buenos Aires Bernardino Rivadavia.-

El Kelenken, corresponde a la especie de ave corredora más grande jamás conocida. Se habían descubierto varias otras especies pero de menor tamaño, las cuales se agrupan dentro de lo que se denominan Fororracos o Aves del Terror (o científicamente Phorusrhacidae). Eran aves corredoras y depredadores que habitaron durante casi todo el Cenozoico y solo en Continente Americano. Fueron los depredadores dominantes en América del Sur durante el Cenozoico, entre los 62 y 1 millones de años.

El Kelenken tenía una talla de 2,5 metros de altura y habría pesado 160 kilogramos. Sus pequeñas alas no podrían haberse utilizado ni siquiera para planear, pero habrían evolucionado para ser utilizadas como brazos para el equilibrio en la carrera. Eran corredoras rápidas, estiman que hasta los 80 kilómetros por hora. Sus parientes más cercanos hoy en día son las chuñas de las provincias de Corrientes y Misiones (familia Cariamidae) que se alimentan de ranas y pequeños roedores.

El cráneo del Kelenken de casi 70 centímetros de largo, tiene una consistencia masiva, con un pico muy puntiagudo hacia abajo, lo que le habría conferido una buena herramienta para matar y desagarrar sus presas. Sus poderosas patas no habrían dejado chances de zafarse a ninguna presa.

Los Fororracos son ejemplos relativamente raros de animales que evolucionaron en América del Sur mientras fue un continente isla, y que luego pasaron al norte extendiendo su área biogeográfica tras la formación del Istmo de Panamá. Ningún esqueleto completo proviene de América del Norte, sólo se conocen en su totalidad algunos fororracos sudamericanos.

El registro de aves fósiles es muy variado y demuestra que muchos grupos modernos existieron varios millones de años antes que el hombre. Los fósiles de aves más antiguos convivieron en la era de los dinosaurios. Millones de años después aún siguen dominando el espacio aéreo y muchos hábitats de praderas y boscosos también.

(*) Paleontólogo del INBIOMA (CONICET-UNCOMA)

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