jueves 28 de marzo de 2024

¿De dónde surge la violencia contra la mujer?

domingo 03 de abril de 2016
¿De dónde surge la violencia contra la mujer?

¿Hay algo que yo pueda hacer, que podamos hacer?

Resulta legítimo que las personas se sientan indignadas y omnipotentes ante los hechos de violencia explícita sobre las mujeres (feminicidio), que cada tanto se instala ferozmente en nuestra sociedad. Pero es claro que no es la única violencia que viene sufriendo, ya que existe toda una historia de dominación sobre ella. Y esto no solo ha sido negándoles derechos, sino también una subyugación a nivel psicológico. La psicóloga argentina Eva Giberti en sus textos sobre género femenino, explica como la subjetividad femenina fue construida sobre dos pilares: la obediencia y la vergüenza; considerando a la mujer inferior intelectualmente y asignándole una fragilidad emocional lo cual la convertía en alguien necesitada de guía y protección masculina. La mujer fue primero violentada desde adentro, desde su psiquismo.

La mujer hoy de continuo se sigue enfrentando a grandes mandatos sociales que tienden a disminuirla y limitar su expresión y su libre elección de cómo quiere vivir. Es común encontrar en la práctica diaria del consultorio mujeres disminuidas en su autoestima, atrapadas entre lo que “deben” hacer y lo que quieren vivir. La “culpa” es el dispositivo interno que más la castiga y aprisiona.

Siguiendo en sus hipótesis al psiquiatra chileno Claudio Naranjo, entiendo que el tema de la violencia en general es mucho más complejo, y todos colaboramos, de una u otra manera en esa violencia, si no nos hacemos consciente de cómo se reproduce y nos corremos de esa reproducción de la violencia. El eje de la Violencia es la Cultura Patriarcal.

La Cultura Patriarcal es la hegemonía, la prioridad, la preponderancia que tiene lo masculino por sobre lo femenino. Y es así que se enaltecen e idolatran todos aspectos que tienen que ver con lo masculino, como la competencia que anula al otro, la racionalidad a ultranza, el poder económico, la fuerza, la acción, la posesión, el progreso, la jerarquía, la conquista, el perfeccionismo, el ganar, el éxito, la lucha, la guerra. Y se desvalorizan todos aspectos que se relacionan con lo femenino, como la afectividad, el amor, la cooperación, la creatividad, la reflexión, la compasión, el juego, la paz interna, el saber perder, la ternura, el perdonar, el placer, la comprensión, la madurez, la amistad.

La Cultura patriarcal es observable en la vida cotidiana, en las relaciones en la familia, en la pareja, con los hijos/as, en las organizaciones, en la educación, en la política, en la explotación de los animales y el medio ambiente, en las religiones y hasta en la relación con nosotros mismos.

Como decía: la desvalorización que se hace históricamente de la mujer, es producto de este fenómeno patriarcal (que lleva siglos), que no solo está instalado y reproducido por los hombres, sino también por las mismas mujeres. Muchas mujeres se exponen por ejemplo en programa de televisión como objetos de mercancía adoptando el rol “mujer tonta”, o se escucha decir a las mismas mujeres: “viste que nosotras somos mucho más complicadas que los hombres”, “en un lugar en donde hay muchas mujeres seguro que hay conflicto”- Lo cual es otro mito, porque el conflicto es parte de las relaciones humanas, y en espacios en donde hay solo hombres, también se cuecen habas. Solo observen los equipos de fútbol masculino, en donde también hay chismes, competencias, alianzas, egos susceptibles, críticas, piñas y descalificaciones.

Es la Educación la principal reproductora del modelo Patriarcal, porque sigue favoreciendo lo intelectual (lógico/racional) por arriba de otro tipo de aprendizaje. Lengua y matemática siguen siendo el eje, y todo gira en tener el cuerpo quieto, reprimido, dominado atrás de un banco y en fila (el estilo militar continúa). Nada se brinda desde el aprendizaje afectivo, desde el juego, desde el arte, desde el autoconocimiento (y cuando es así, es solo algo alternativo). Esto se repite en todos los niveles educativos.

En las parejas sigue siendo preponderante la “posesividad” del otro. Los condicionamientos y las dependencias de continuo minan el poder relacionarse desde el amor, la libertad y la autenticidad. Se ha hecho del amor de pareja, una institución de continuo tironeo, justamente del amor, que es algo que aspira solo al bienestar y que no puede ser regido por reglas ni morales ni legales, el amor escapa de la voluntad de los amantes, solo se puede fluir y gozar de él mientras dure (que no es para siempre como pensaba mi abuela).

Los hombres seguimos atrapados en nuestras corazas, nos sigue costando hablar y expresar nuestras emociones. Nos sigue costando soltar el mandato de ser proveedores, los fuertes, los machos alfa, los que siempre nos arreglamos solos, los que nunca tenemos miedo. Pocos son los hombre que se sinceran frente a otro para hablar de su interior (sus emociones y dudas) y que pueden correrse de charlar de política, de fútbol, de las mujeres como si fueran un churrasco a conquistar (siempre me llama la atención cuando se dice entre hombres: -viste a que mina se está comiendo fulanito!!!). Quizás por eso los hombres, nos deprimimos más cuando nos jubilamos, y nos seguimos muriendo antes que las mujeres.

El rechazo a lo diferente, al que va contra la corriente, al artista (grandes conflictos enfrenta el adolescente cuando dice que quiere estudiar arte, en vez de abogado o contador ¿Por qué será?), el rechazo al homosexual (el temor de todo “macho”), al que desafía mandatos sociales y no quiere tener pareja, ni mucho dinero, ni familia (porque así lo elije); ese rechazo ese autoritarismo, es característico de la sociedad patriarcal.

La violencia contra las mujeres, es la expresión de que la cultura patriarcal sigue viva y se sigue reproduciendo en nuestras conductas, en nuestros dichos machistas, en nuestra educación, en nuestro descuido de las emociones, de nuestro cuerpo sensible (que quiere placer y movimiento), de nuestro niño/a interno que quiere jugar y divertirse y liberarse de la tensión cotidiana. Violentamos a nuestras mujeres, como violentamos a nuestros aspectos sensibles y amorosos.

Los delincuentes, los que se violentan contra las mujeres se crían en ésta cultura, no son marcianos, y en determinado momento actúan algo que está dentro de nuestra idiosincrasia. Se los puede capturar, encerrar, castigar, pero surgirán otros, porque son reproducidos por esta sociedad patriarcal. El cambio comienza por casa, ser más honesto con uno mismo y desterrar nuestras actitudes machistas-patriarcales y exigir una sociedad más inclusiva, integradora y humana, no se trata de más mano dura (clásico pedido de los autoritarios), sino de más acciones orientadas a fomentar valores humanos-espirituales que no causen discriminación y una educación que se base en el amor; definiendo Amor según Humberto Maturana: “la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia”.

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